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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista


              aparato que era sólo una cáscara, pues el verdadero partido, el otro 90%
              había sido expulsado junto a él. He allí el caso de un dirigente talentoso
              que pierde la brújula.
                 Para el segundo caso sobran ejemplos. Tal vez el más impresionante
              sea el de Julio Antonio Mella, miembro del grupo fundador del Partido
              Comunista de Cuba; a quien la dirección del PCC expulsó de sus filas
              en 1926 por  haber iniciado una huelga de hambre en la cárcel en donde
              se encontraba preso, sin consultar con el Comité Central del partido. No
              obstante también se sucedían en esta alborada grandes muestras unita-
              rias, en donde se imponía la comprensión a la inexperiencia y las ganas
              de mantenerse unidos de la mayoría frente a los sectarismos minorita-
              rios. Así, fue Charles Ruthenberg, secretario general del Partido Comu-
              nista de los Estados Unidos, entre los años 1919 y 1927, quien lideró la
              escisión del ala socialdemócrata para ingresar a la Internacional Comu-
              nista; quien apuntaló a Mella defendiéndolo frente a sus propios cama-
              radas del PCC.
                 Pero, aún así, esta inexperiencia, cierta tendencia al caudillismo de
              los líderes más jóvenes frente a las dirigencias provenientes del refor-
              mismo, desde los aspectos negativos; y el espíritu unitario, la polémica
              sana y la comprensión, como rasgos positivos; generaron una dialéctica
              que preparó organizaciones permeables a las imposiciones de la Inter-
              nacional Comunista como producto de sus cambios de tácticas y su revi-
              sión del contenido estratégico. La incompetencia de la mano de líderes
              dóciles, domesticados, generaría partidos vasallos y jefes dogmáticos;
              el caudillismo se tornaría en arma exclusiva de la socialdemocracia, el
              fascismo y la derecha; y el espíritu unitario moriría dando pie al secta-
              rismo. Que dicho sea de paso, no sería lo único en morir, extraordinarios
              hombres de acción, al mismo tiempo que teóricos de gran nivel, caerían
              en este proceso. Baste con mencionar esta vez en Europa, a Andreu Nin,
              torturado y asesinado por orden del general soviético Orlov en 1937,
              crimen  del  que  fue  directamente  responsable  Vittorio  Vitali;  quien
              estuvo relacionado con la muerte de Julio Antonio Mella en 1929.
                 Dinámicas similares ocurrían en los demás partidos. La experiencia
              de José Carlos Mariátegui no estuvo exenta de estas.




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