Page 314 - La escena contemporánea y otros escritos
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La escena contemporánea y otros escritos
Grosz— acogían bien mis dibujos, compartían mis sentimientos. Esta
constatación me produjo más placer que la recompensa de un amateur 200
cualquiera de cuadros, que podía apreciar mi trabajo únicamente bajo
el punto de vista especulativo. En esa época yo empecé a dibujar no sólo
porque en esto encontraba una complacencia sino porque otros partici-
paban de mi estado de espíritu. Comencé a ver que existía un fin mejor
que el de trabajar para sí o para los comerciantes de cuadros”.
El caso Grosz, desde este punto de vista, se semeja al caso Barbusse.
Como Barbusse, Grosz procedía de una generación escéptica, individualista
y negativa. La guerra le enseñó un camino nuevo. La guerra le reveló que los
hombres que repudian y condenan el presente no están solos. En las trin-
cheras, Grosz descubrió a la humanidad. Antes no había conocido sino a su
sedicente elite; la costra muerta e inerme que flota sobre la superficie de las
aguas inquietas y vivientes. “Hoy —declara Grosz— ya no odio a los hombres
sin distinción; hoy, odio vuestras malas instituciones y sus defensores. Y Si
tengo una esperanza es la de ver desaparecer estas instituciones y la clase
que las protege. Mi trabajo está al servicio de esta esperanza. Millones de
hombres la comparten conmigo: millones de hombres que no son evidente-
mente amateurs de arte, ni mecenas, ni mercaderes de cuadros».
Este arte —del cual el público elegante y la crítica burguesa no
perciben y admiran sino los elementos formales y exteriores, el humo-
rismo, la técnica, la agresividad, la penetración— se alimenta de una
emoción religiosa, de un sentimiento místico. La fuerza de expresión
de Grosz nace de su fe, de su pathos. El escritor italiano Italo Tavolato
constata, acertadamente, que la obra de Grosz se eleva a un dominio
metafísico. “El burgués —dice— tal como lo entiende Grosz, equivale al
pecador del mito cristiano, símbolo el uno y el otro de la imperfección
orgánica, personificaciones irresponsables de los defectos de la crea-
ción, productos de una experiencia frustrada de la naturaleza. Y si, como
lo quieren todas las religiones, el primero y el único deber del hombre es
la perfección, es decir el genio, el burgués es en este caso aquel que no ha
tenido el ánimo de conquistar un rango superior en la humanidad, que
200 Aficionado.
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