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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista


              ha sido en Italia uno de los más sañudos adversarios del pensamiento
              cristiano. Arturo Labriola considera acertadamente a Marinetti como
              uno de los forjadores psicólogos del fascismo. Recuerda que Marinetti ha
              predicado a la juventud italiana el culto de la violencia, el desprecio de
              los sentimientos humanitarios, la adhesión a la guerra, etc.
                 Y el ambiente fascista, por eso, ha propiciado un retoñamiento del
              futurismo. La secta futurista se encuentra aún en plena actividad. Mari-
              netti vuelve a sonar bulliciosamente en Italia con motivo de su libro
              sobre Futurismo y Fascismo. En un escrito de este libro, publicado ya
              en su revista Noi, reafirma su filiación nietzschana y romántica. Preco-
              niza el advenimiento pagano de una artecracia. Sueña con una sociedad
              organizada y regida por artistas, en vez de esta sociedad organizada y
              regida por políticos. Opone a la idea colectivista de la igualdad la idea
              individualista de la desigualdad. Arremete contra la justicia, la frater-
              nidad, la democracia.
                 Pero políticamente el futurismo ha sido absorbido por el fascismo.
              Dos escritores futuristas, Settimelli y Carli, dirigen en Roma el diario
              L’Impero,  extremistamente  reaccionario  y  fascista.  Settimelli  dice  en
              un artículo de L’Impero que “la monarquía absoluta es el régimen más
              perfecto”. El futurismo ha renegado, sobre todo, sus antecedentes anti-
              clericales e iconoclastas. Antes, el futurismo quería extirpar de Italia los
              museos y el Vaticano. Ahora, los compromisos del fascismo lo han hecho
              desistir de este anhelo. El Fascismo se ha mancomunado con la Monar-
              quía y con la Iglesia. Todas las fuerzas tradicionalistas, todas las fuerzas
              del pasado, tienden necesaria e históricamente a confluir y juntarse. El
              futurismo se torna, así, paradójicamente pasadista. Bajo el gobierno de
              Mussolini y las camisas negras, su símbolo es el fascio littorio de la Roma
              Imperial.














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