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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista


              Govoni, Palazeschi, Folgore y otros. El futurismo era entonces un impe-
              tuoso y complejo afán de renovación.
                 Sus líderes quisieron que el futurismo se convirtiese en una doctrina,
              en un dogma. Los sucesivos manifiestos futuristas tendieron a definir
              esta doctrina, este dogma. En abril de 1909 apareció el famoso mani-
              fiesto contra el claro de luna. En abril de 1910 el manifiesto técnico de la
              pintura futurista, suscrito por Boccioni, Carrá, Russolo, Balla, Severini, y
              el manifiesto contra Venecia pasadista. En enero de 1911 el manifiesto de
              la mujer futurista por Valentine de Saint Point. En abril de 1912 el mani-
              fiesto de la escultura futurista por Boccioni. En mayo el manifiesto de la
              literatura futurista por Marinetti. En pintura, los futuristas plantearon
              esta cuestión: que el movimiento y la luz destruyen la materialidad de los
              cuerpos. En música, iniciaron la tendencia a interpretar el alma musical
              de las muchedumbres, de las fábricas, de los trenes, de los transatlán-
              ticos.  En  literatura,  inventaron  las  palabras  en  libertad.  Las  palabras
              en libertad son una literatura sin sintaxis y sin coherencia. Marinetti la
              definió como una obra de «imaginación sin hilos».
                 En octubre de 1913 los futuristas pasaron del arte a la política. Publi-
              caron un programa político que no era, como los programas anteriores,
              un programa internacional sino un programa italiano. Este programa
              propugnaba una política extranjera “agresiva, astuta, cínica”. En el orden
              exterior, el futurismo se declaraba imperialista, conquistador, guerrero.
              Aspiraba a una anacrónica restauración de la Roma Imperial. En el orden
              interno, se declaraba antisocialista y anticlerical. Su programa, en suma,
              no era revolucionario sino reaccionario. No era futurista, sino pasadista.
              Concepción de literatos, se inspiraba sólo en razones estéticas.
                 Vinieron,  luego,  el  manifiesto  de  la  arquitectura  futurista  y  el
              manifiesto del teatro sintético futurista. El futurismo completó así su
              programa ómnibus. No fue ya una tendencia sino un haz, un fajo de
              tendencias. Marinetti daba a todas estas tendencias un alma y una lite-
              ratura comunes. Era Marinetti en esa época uno de los personajes más
              interesantes  y  originales  del  mundo  occidental. Alguien  lo  llamó  «la
              cafeína de Europa».
                 Marinetti fue en Italia uno de los más activos agentes bélicos. La lite-
              ratura futurista aclamaba la guerra como la «única higiene del mundo».


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