Page 323 - La escena contemporánea y otros escritos
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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista
Pero hoy que el Occidente, relativista y escéptico, descubre su propia
decadencia y prevé su próximo tramonto, siente la necesidad de explorar
y entender mejor el Oriente. Movidos por una curiosidad febril y nueva, los
occidentales se internan apasionadamente en las costumbres, la historia y
las religiones asiáticas. Miles de artistas y pensadores extraen del Oriente
la trama y el color de su pensamiento y de su arte. Europa acopia ávida-
mente pinturas japonesas y esculturas chinas, colores persas y ritmos
indostanos. Se embriaga del orientalismo que destilan el arte, la fantasía y
las vidas rusas. Y confiesa casi un mórbido deseo de orientalizarse.
El Oriente, a su vez, resulta ahora impregnado de pensamiento occi-
dental. La ideología europea se ha filtrado abundantemente en el alma
oriental. Una vieja planta oriental, el despotismo, agoniza socavada por
estas filtraciones. La China, republicanizada, renuncia a su muralla
tradicional. La idea de la democracia, envejecida en Europa, retoña en
Asia y en África. La diosa Libertad es la diosa más prestigiosa del mundo
colonial, en estos tiempos en que Mussolini la declara renegada y aban-
donada por Europa. (“A la diosa Libertad la mataron los demagogos”, ha
dicho el condottiere de los camisas negras). Los egipcios, los persas, los
hindúes, los filipinos, los marroquíes, quieren ser libres.
Acontece, entre otras cosas, que Europa cosecha los frutos de su
predicación del período bélico. Los aliados usaron durante la guerra,
para soliviantar al mundo contra los austro-alemanes, un lenguaje
demagógico y revolucionario. Proclamaron enfática y estruendosa-
mente el derecho de todos los pueblos a la independencia. Presentaron
la guerra contra Alemania como una cruzada por la democracia. Propug-
naron un nuevo Derecho Internacional. Esta propaganda emocionó
profundamente a los pueblos coloniales. Y terminada la guerra, estos
pueblos coloniales anunciaron, en el nombre de la doctrina europea, su
voluntad de emanciparse.
Penetra en el Asia, importada por el capital europeo, la doctrina de
Marx. El socialismo que, en un principio, no fue sino un fenómeno de la
civilización occidental, extiende actualmente su radio histórico y geográ-
fico. Las primeras internacionales obreras fueron únicamente insti-
tuciones occidentales. En la Primera y en la Segunda Internacional no
estuvieron representados sino los proletarios de Europa y de América.
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