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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista


                 Pero hoy que el Occidente, relativista y escéptico, descubre su propia
              decadencia y prevé su próximo tramonto, siente la necesidad de explorar
              y entender mejor el Oriente. Movidos por una curiosidad febril y nueva, los
              occidentales se internan apasionadamente en las costumbres, la historia y
              las religiones asiáticas. Miles de artistas y pensadores extraen del Oriente
              la trama y el color de su pensamiento y de su arte. Europa acopia ávida-
              mente pinturas japonesas y esculturas chinas, colores persas y ritmos
              indostanos. Se embriaga del orientalismo que destilan el arte, la fantasía y
              las vidas rusas. Y confiesa casi un mórbido deseo de orientalizarse.
                 El Oriente, a su vez, resulta ahora impregnado de pensamiento occi-
              dental. La ideología europea se ha filtrado abundantemente en el alma
              oriental. Una vieja planta oriental, el despotismo, agoniza socavada por
              estas  filtraciones.  La  China,  republicanizada,  renuncia  a  su  muralla
              tradicional. La idea de la democracia, envejecida en Europa, retoña en
              Asia y en África. La diosa Libertad es la diosa más prestigiosa del mundo
              colonial, en estos tiempos en que Mussolini la declara renegada y aban-
              donada por Europa. (“A la diosa Libertad la mataron los demagogos”, ha
              dicho el condottiere de los camisas negras). Los egipcios, los persas, los
              hindúes, los filipinos, los marroquíes, quieren ser libres.
                 Acontece, entre otras cosas, que Europa cosecha los frutos de su
              predicación del período bélico. Los aliados usaron durante la guerra,
              para  soliviantar  al  mundo  contra  los  austro-alemanes,  un  lenguaje
              demagógico  y  revolucionario.  Proclamaron  enfática  y  estruendosa-
              mente el derecho de todos los pueblos a la independencia. Presentaron
              la guerra contra Alemania como una cruzada por la democracia. Propug-
              naron  un  nuevo  Derecho  Internacional.  Esta  propaganda  emocionó
              profundamente a los pueblos coloniales. Y terminada la guerra, estos
              pueblos coloniales anunciaron, en el nombre de la doctrina europea, su
              voluntad de emanciparse.
                 Penetra en el Asia, importada por el capital europeo, la doctrina de
              Marx. El socialismo que, en un principio, no fue sino un fenómeno de la
              civilización occidental, extiende actualmente su radio histórico y geográ-
              fico.  Las  primeras  internacionales  obreras  fueron  únicamente  insti-
              tuciones occidentales. En la Primera y en la Segunda Internacional no
              estuvieron representados sino los proletarios de Europa y de América.


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