Page 311 - La escena contemporánea y otros escritos
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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista
intelectuales frente a la revolución social. Blok sabía y sentía cuál era el
mal de los intelectuales. Reconocía en él su propio mal. Lo definía, lo diag-
nosticaba con una clarividencia trágica de alucinado. No ignoraba abso-
lutamente nada de su debilidad y su impotencia. En uno de sus ensayos,
revelados al Occidente después de su muerte, explica así su tragedia: “La
línea que separa a los intelectuales del pueblo de Rusia, ¿es verdadera-
mente una línea infranqueable? En tanto que subsista esta barreta los
intelectuales están condenados a errar, a agitarse vanamente, a degenerar
en círculo sin salida. La inteligencia no tiene, ninguna razón de rene-
garse a sí misma mientras, no crea que pueda haber en esta actitud una
directa necesidad vital. No solamente le es imposible renegarse. Sino que
puede confirmar todas sus flaquezas, hasta la flaqueza del suicidio. ¿Qué
replicaré yo a un hombre a quien conduce al suicidio las exigencias de su
individualismo, de su demonismo, de su estética o, en fin, la muy corriente
inducción de la desesperanza y de la angustia? ¿Qué objetaré, si yo mismo
amo la estética, el individualismo y la desesperanza; si yo mismo, como
él, soy un intelectual? ¿Si no hay en mí nada que yo pueda amar más que
esta predilección amorosa del individualismo, más que mi angustia que
acompaña siempre, como una sombra, esta predilección?” Y precisa Blok
en el mismo ensayo, el contraste entre el alma del intelectual y el alma de
las masas: “Si los intelectuales se impregnan cada día más de la voluntad
de muerte, el pueblo desde tiempos lejanos porta en sí, la voluntad de vida.
Se comprende, pues, por qué aún el incrédulo se dirija a veces hacia el
pueblo pidiéndole la fuerza de vivir: obra simplemente por instinto de
conservación, pero encuentra el silencio, el desprecio, una indulgente
piedad: es detenido ante la línea inaccesible; se rompe tal vez contra algo
más terrible que lo que podía prever”. El poeta de Los doce y de Los escitas
quiso, en estos poemas, ser el poeta de la revolución rusa. No fue su culpa
si no pudo serlo por mucho tiempo. Su alma había absorbido, en treinta y
ocho años, todos los venenos de una época de decadencia. Y su conciencia,
lúcida y sensible, se sentía irremediablemente envenenada.
Pero su destino quiso que su poesía saludara el alba de la época nueva. El
poeta tuvo, al final de su existencia, un instante de exaltación y de plenitud.
Después, se irguió ante él la barrera infranqueable. Las manos transidas de
Blok, torcían ya, tal vez, la cuerda del suicidio, cuando arribó sola la muerte.
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