Page 95 - Influencia de las mujeres en la formación del alma americana
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amistad que era vista con muy malos ojos por el ministro Godoy,
entonces omnipotente, daba lugar a muchas murmuraciones. Entre
tanto, muy a pesar de Godoy un grupo de criollos, nobles intro-
ducidos por Mallo frecuentaban la corte de Carlos IV. Entre ellos
se hallaba Bolívar el cual iba a menudo a jugar a la pelota con los
infantes, que aunque adolescente y tímido todavía, tenía ya muy
fino espíritu de observación. Pudo así ver de cerca el ambiente, poco
edificante, por cierto, que presentaba aquella familia real, a la cual,
él, ingenuamente, desde su casa de Caracas había venerado hasta
entonces lo mismo que todos los suyos, como a una emanación de
la Divinidad.
Si bien se mira, a través de pequeños detalles, se llega a la
convicción de que aquel primer cambio de vida, o sea la primera
permanencia de Bolívar en Europa, fue triste, irritante y depri-
mente respecto de su propia persona. Adolescente puntilloso y alta-
nero como buen criollo debió sufrir a menudo en su amor propio.
Diga lo que diga la leyenda que lo quiere ver siempre victorioso,
dando raquetazos simbólicos en la cabeza del príncipe de Astu-
rias, el futuro Fernando VII; diga lo que diga esa leyenda hay un
aspecto más cierto y, por más humano, más interesante. Entre los
madrileños de su edad Bolívar no pasó nunca de ser el indiano o el
provincianito a quien no se toma mucho en cuenta, al contrario.
La adolescencia es brutal. Bolívar inadaptado al medio se hallaba
en la edad ingrata. Pequeño, delgado, tenía la voz atiplada con el
acento dulzón y cantador de los criollos. Es muy probable que sus
ímpetus de dominador se recibieran con ironía o burla. Burlarse de
todo lo extraño: acento, actitud o modismo es propio de esa edad y
es propio de todas aquellas personas que por inflexibilidad de espí-
ritu, o incomprensión, no son capaces de penetrar más allá de su
ambiente. ¿Quién que se haya movido un poco en su vida no ha
sentido con mayor o menor intensidad esta helada desadaptación