Page 100 - Influencia de las mujeres en la formación del alma americana
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Teresa de la Parra  99 99

           extraordinario que se puede encontrar. A fuerza de sufrir caigo muy
           pronto en un estado de consunción y los médicos declaran que voy a
           morir. Era lo que yo quería...”
              Después de relatar las peripecias de su grave mal de amor y de
           romanticismo, sigue contando a su prima cómo volvió a la vida:
           “Una noche –dice– en que todavía débil podía sostener una conver-
           sación, Rodríguez vino a sentarse cerca de mi cama. Me habló
           con esa bondad afectuosa que me ha manifestado siempre en las
           circunstancias más graves de mi vida. Me reconvino con dulzura y
           me hizo conocer que era una locura el abandonarme y querer morir
           en la mitad del camino. Me hizo saber que existía en la vida del
           hombre otra cosa que el amor de una mujer y que podía ser muy
           feliz dedicándome a las ciencias o entregándome a la ambición. Me
           persuadió como lo hace siempre que quiere... La noche siguiente
           exaltándose mi imaginación con todo lo que podría hacer, sea por
           las ciencias, sea por la libertad de los pueblos, lo llamé y le dije: sí,
           sin duda, siento que puedo volver a la vida y lanzarme en brillantes
           carreras, pero sería preciso que fuese rico. Sin medios de ejecución
           no se alcanza nada y lejos de ser rico soy pobre y estoy enfermo y

           abatido. ¡Ay! ¡Rodríguez prefiero morir! Y le di la mano para supli-
           carle que me dejara morir tranquilo. De pronto se ve en la cara de
           Rodríguez una revolución súbita. Levanta los ojos y las manos al
           cielo exclamando con voz inspirada: ¡Se ha salvado! Se acerca de
           nuevo a mí, me toma las manos y pregunta: Mi amigo, ¿si tú fueras
           rico, consentirías en vivir? Di... Respóndeme. Quedé irresoluto: no

           sabía lo que esto significaba; respondo: sí. ¡Ah! exclama él, entonces
           estamos salvos. ¿El oro sirve, pues, para cualquier cosa? Pues bien,
           Simón Bolívar, eres rico, has heredado, tienes actualmente cuatro
           millones”.
              El aviso de esta herencia que le legaba un tío se había recibido
           cuando Bolívar se hallaba enfermo sin conocimiento. Ocupado con
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