Page 98 - Influencia de las mujeres en la formación del alma americana
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Teresa de la Parra  97 97

           representa ella además en el ambiente hostil del clima desapacible
           y personas extrañas que lo rodean su tranquila casa de Caracas y
           sus lindos campos de los valles de Aragua? Allá entre sus siembras,
           su ganado y sus esclavos ¿no es él acaso mucho más que un dios?
           Casarse cuanto antes con María Teresa y volar con ella a su hacienda
           de San Mateo, ya, lo más pronto posible es la única aspiración de
           su alma vehemente. Los largos meses de espera que impuso don
           Bernardo fueron un suplicio que solo temperaba la esperanza de la
           unión y del viaje.
              Cuando Bolívar se casó tenía diecinueve años. En el colmo de
           la felicidad se embarcó hacia La Guaira y realizó su sueño: vivir en
           San Mateo al lado de Teresa, la adorada. Pero como dice la vieja
           canción “sueños de amor duran un día; penas de amor toda la vida”,
           Bolívar iba a cantarla llorando durante mucho tiempo esa vieja
           canción. A los ocho meses de celebrado el matrimonio, por el zaguán
           de la casa de los Bolívar, salía el entierro de María Teresa, muerta de

           fiebres perniciosas. Y fue una nueva explosión en el alma de Bolívar.
           La muerte de Teresa lo desespera y así como antes quería llenar el
           mundo con su pasión, ahora quiere llenarlo con su dolor. En su
           frenesí, no sabiendo qué hacer, regresa a España. Va a llevar a la
           familia de María Teresa algunos recuerdos de ella, y va a llorar en un
           medio donde comprendan su desesperación y la compartan. Pero a
           poco de llegar cae en la cuenta de que el ambiente de familia no le
           da el tono sublime que necesita su dolor, y la casa de don Bernardo
           le ahoga. En su sed de exaltación piensa entonces en su maestro
           Simón Rodríguez. Se acuerda de que muchas veces paseando por
           el campo allá, en su hacienda, habían proyectado visitar juntos
           algún día las más célebres ciudades de Europa. Sí, solo Rodríguez,
           el sublime, el visionario será capaz de comprenderlo. Corre, por lo
           tanto, a buscarlo. Llega a París y comienza las indagaciones, ¿dónde

           está Rodríguez?, ¿dónde está Rodríguez? Nadie lo sabe. Por fin un
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