Page 61 - Influencia de las mujeres en la formación del alma americana
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60 60  INFLUENCIA DE LAS MUJERES EN LA FORMACIÓN DEL ALMA AMERICANA

          Castilla había dado en muchas ocasiones el tono de la fe campechana.
          Una vez cayó sobre toda su comunidad una plaga de no sé qué insectos
          innombrables. Eran tan insistentes que perdida la esperanza de exter-
          minarlos por las buenas, Santa Teresa tuvo que acudir a una medida
          extrema: mandó a quemar toda la ropa del convento y haciendo un
          gran esfuerzo, porque andaba la pobre escasa de dinero, vistió de nuevo
          a sus monjas. El día de la inauguración de los vestidos, se celebró una
          procesión medio jocosa, medio de acción de gracias en la cual se cantó
          el siguiente estribillo compuesto por ella misma:


             Pues nos dais vestidos nuevos
             rey celestial,
             librad de la mala gente
             este sayal.


             El buen humor no solo se trasladó a los conventos de la Colonia,
          sino que se desarrolló aquí por su cuenta con rapidez. Junto al buen
          humor creció también la libertad. El trópico es enemigo de la reserva
          de la etiqueta y de la severidad, cosas buenas para los países del norte.
          Al calor le gustan las tertulias al aire libre y se opone en lo posible
          al aislamiento. Algunos viajeros que vinieron a América en el siglo
          xviii y escribieron sus impresiones de viaje, como Ulloa y Jorge
          Juan, se extrañaron de las excepcionales “anchuras” de que gozaban
          por aquí las comunidades religiosas. Estas “anchuras”, como dice
          Ulloa, consecuencias del clima, eran bastante inocentes. Una de ellas
          consistía en recibir innumerables visitas en el locutorio. Se formaban
          así verdaderas reuniones mundanas donde se discutía sobre temas
          teológicos, pero en donde se hablaba con animación de cosas mucho
          menos encumbradas. Otra anchura que se juzgó muy criticable era el
          número de esclavas o sirvientas seglares adheridas a las comunidades.
          Hubo conventos en México y en La Habana en donde cada monja
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