Page 64 - Influencia de las mujeres en la formación del alma americana
P. 64
Teresa de la Parra 63 63
arzobispo y el virrey o capitán general, según la ciudad que fuese.
En México, en tiempos de Sor Juana, no faltaban nunca el virrey y
la virreina, marqueses de Mancera. Sor Juana que lo hacía todo con
vehemencia, quiso con pasión a esta virreina que había antecedido
a la otra, a la del romance del zapato. Esta primera se llamaba Laura
y murió durante su virreinato. Sor Juana que la había celebrado en
vida la lloró después de muerta en innumerables sonetos y ende-
chas. Uno de estos sonetos empezaba así:
Mueran contigo, Laura, pues moriste,
los afectos que en vano te desean
mis ojos a quien privas de que vean
la hermosa luz que un tiempo concediste.
Muera mi lira infausta en que in uiste
ecos que lamentables te vocean
y hasta estos rasgos mal formados sean
lágrimas negras de mi pluma triste.
Yo veo en el culto que rendía Sor Juana a las virreinas, la misma
disposición que tenemos todavía en América de celebrar con vehe-
mencia todo lo que llega de ultramar. Bien analizado es una forma
de idealismo ingenuo. Como la naturaleza del trópico predispone
al ensueño y anuncia cosas grandiosas se forja dentro de sus propor-
ciones una Europa fantástica y un poco descomunal, lo mismo que
se podría forjar un cielo. Los que vienen de allá llegan impregnados
del mismo prestigio. Son especies de querubines con alas de cera.
Cuando estas se funden al calor de la realidad, viene la decepción,
pero la fe no muere. Renace en otra influencia, en otra moda, en
otra personalidad puesto que la naturaleza sigue siempre ahí lista
para forjar cielos. En nuestros tiempos los forjamos con preferencia
en París. Durante la Colonia era en la corte de los Austrias y de