Page 67 - Influencia de las mujeres en la formación del alma americana
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66 66  INFLUENCIA DE LAS MUJERES EN LA FORMACIÓN DEL ALMA AMERICANA

             Hay una poetisa colonial anónima y quizás colombiana quien
          solo escribió una vez con el seudónimo de Amarilis. Su persona-

          lidad misteriosa que nunca llegó a identificarse refleja, en su lindo

          poema o historia de su vida y de su amor, el tipo tan interesante
          y tan frecuente de la soñadora criolla. Esta exquisita Amarilis que
          pasa como una sombra por la literatura colonial sin dejar más que una
          carta, merecería estudiarse escribiendo sobre ella un libro entero y
          su poema epistolar debería ser más conocido en los países en que
          se habla español. Pero tal vez sea su principal encanto el de haberse
          quedado en la penumbra dando desde allá una lección de buen
          gusto a los vanidosos divulgadores de sus medio-talentos. Según
          algunas conjeturas Amarilis debió nacer en una provincia del Perú
          muy a principios del siglo xvii puesto que escribió en 1621. Dice
          una versión que del Perú pasó muy joven a Santa Fe de Bogotá

          donde acabó su vida. Pero, ¿cómo vivió? ¿Se casó por fin? ¿Estarán
          aquí mismo sus descendientes? ¿O se quedó soñando siempre con
          amores imposibles?
             Muy joven, muy culta, lectora apasionada de los clásicos y de
          sus contemporáneos se enamoró a distancia de Lope de Vega cuya
          fama se hallaba en todo su esplendor. Lo conoció por sus libros y a
          fuerza de admirarlo y de simpatizar con su espíritu sintió por él una
          verdadera pasión romántica. Para decírselo le escribió en secreto
          una carta en verso donde le contaba con sencillez su amor, su vida y
          la vida de lo que la rodeaba y la quería. Le declaraba además que lo
          escogía como amante porque no tenía por dichoso estado el querer

          la realidad ni los bienes posibles. Ella se firmó Amarilis y a Lope de
          Vega lo llamó Belardo.
             Encantado y conmovido Lope de Vega contestó, pero como no
          sabía a quién dirigir la respuesta insertó las dos cartas en uno de sus
          libros. Menéndez Pelayo quien juzgaba los versos de la primera, es
          decir los de Amarilis, como los más frescos y graciosos de la literatura
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