Page 72 - Influencia de las mujeres en la formación del alma americana
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Teresa de la Parra  71 71

           mujer letrada sabía narrar con la viveza de imágenes que solo suelen
           usar las iletradas. Las aventuras de Mamá Panchita cuya vida iba de
           1787 a 1870, más o menos y abarcaba todo un ciclo de prosperi-
           dades, persecuciones, tragedias y decadencias, fueron sus cuentos
           que en boca de mi abuela entretuvieron mi infancia. Puedo decir
           sin exagerar que conducida por su mano y acompañadas las dos
           por la sombra de Mamá Panchita, vagué por el Caracas que visitó
           Humboldt, el anterior a la revolución y al terremoto del año doce.
           Heroica durante la guerra, Mamá Panchita lo había sido todavía
           más durante la paz, debido precisamente a la impopularidad abso-
           luta de su heroísmo. Rodeada en su propia casa de patriotas y de
           próceres ilustres, ella, en plena derrota siguió siendo realista contra
           todos sin ceder un segundo hasta el día de su muerte.
              Nieta del conde Tovar, no de los magnates coloniales de Caracas,
           vecina y contemporánea de Bolívar, con quien durante su infancia
           había jugado mucho a la cebollita y la gallina ciega en la plaza de
           San Jacinto, Mamá Panchita se había casado a los quince años al
           apuntar el siglo xix con un vasco español llamado don Francisco
           Ezpelosín, que era alto empleado de la Compañía Guipuzcoana.
           Los buques de vela de esta Compañía Guipuzcoana llevaban a la
           península el mejor cacao de Caracas, pero traían en cambio a la
           Colonia por contacto con Francia los gérmenes de la revolución. A
           la Compañía Guipuzcoana le debió en gran parte Venezuela aquel

           brote magnífico de cultura y de heroísmo aventurero, que produjo
           a Miranda y a toda la pléyade de Libertadores. Al comenzar, pues,
           el siglo xix Mamá Panchita que era mantuana linda, rica y suma-
           mente frívola como buena hija del siglo xviii, se hallaba en todo su
           esplendor. El vasco don Francisco tenía muchas haciendas y buques
           de vela de su exclusiva propiedad. Según mis sospechas, yo creo,
           que Mamá Panchita no leyó nunca más libros que su devocionario
           durante la misa mayor del domingo y ese, muy por encima. Vestida
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