Page 73 - Influencia de las mujeres en la formación del alma americana
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72 72  INFLUENCIA DE LAS MUJERES EN LA FORMACIÓN DEL ALMA AMERICANA

          de olán clarín, dormitaba la siesta rodeada de esclavas. Mientras
          una le andaba en la cabeza, otra le rascaba los brazos, una tercera le
          espantaba los mosquitos y una cuarta le ponía las medias las cuales,
          gran lujo entonces, nunca fueron sino de pura seda. Un día para

          desgracia suya y pérdida definitiva de sus medias estalló la malha-
          dada revolución. ¡Adiós para siempre las siestas tranquilas! Don
          Francisco, su marido, prudente como buen rico, pensó que “lo
          mejor” es el enemigo de “lo bueno”, no se adhirió al movimiento
          revolucionario y resolvió conservar una estricta neutralidad. Pero
          llegó a su vez la Guerra a Muerte y se comenzó a arrasar con los
          neutrales. El que no estaba con la revolución estaba en su contra y a
          los sospechosos se les hacía decir “naranja” o “Francisco” a ver cómo

          andaba de pronunciación. Perseguido por los patriotas, confiscados
          sus bienes, sin poder siquiera decir su propio nombre, don Francisco
          tuvo que esconderse para salvar la cabeza. En vano Mamá Panchita
          fue a rogar a sus primos hermanos, los Tovar y Mendoza de la Inde-
          pendencia, que las dejaran por lo menos conservar una haciendita
          con su casa para poder vivir tranquilos, que ellos eran gente de paz.
          Todos le contestaron muy secamente que se las arreglara como
          mejor pudiera que la República necesitaba dinero, y que ¡quién la
          había mandado a casarse con un español! Después de peligros sin
          cuento don Francisco logró escapar, y Mamá Panchita, rodeada de
          sus niños, con su última esclava, su último chal de Cachemira y su
          último par de medias de seda puesto, se embarcó en un buque de
          vela rumbo a San Juan de Puerto Rico. Y vinieron los largos años
          de destierro. Cuando regresó a Caracas, ya viuda y más pobre que
          la cucarachita Martina, tuvo que ir, a ocupar un pabellón situado
          en el jardín de lo que había sido la casa de los Tovar, ya también
          arruinados. Allí su vejez fue una protesta continua y muy docu-
          mentada contra el nuevo régimen. Las cosas de la República en
          honor de la verdad marchaban ya bastante mal. Mamá Panchita
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