Page 77 - Influencia de las mujeres en la formación del alma americana
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de ellas, lo cual debe abarcar un período de cerca de ochenta años. Yo
no sé qué tal sería la Caracas que con sus cartas amarillentas habría
edificado doña Carolina O’Leary. La Bogotá de tía Teresa Soublette
era una idílica ciudad de naipes llena de perfecciones arbitrarias cuya
falsedad saltaba a la vista. Cuantas veces su alma sentimental recibía
un choque de decepción contra la realidad, lo achacaba al ambiente
frívolo, irrespetuoso y no bastante fino de Caracas. Aseguraba que
en Colombia reinaba a todas horas la corrección, que todo el mundo
rendía culto a la memoria del general Soublette, y que se rezaba el
rosario en familia sin quejas ni interrupciones, ella lo sabía muy
bien por las cartas de doña Catalina O’Leary y mirando el retrato de
su corresponsal rodeada de hijos y nietos sacaba esta deducción que
nos echaba en cara entre suspiros: “En Bogotá, niños, óiganlo bien,
¡los viejos cuentan!”.
Un día, la suerte le deparó un desengaño que no debía hacer
mucha mella en su fe tan arraigada.
Habían llegado de paso a Caracas unos estudiantes recomen-
dados a ella por doña Carolina O’Leary naturalmente. Tía Teresa
quiso obsequiarlos como era debido y los invitó a almorzar junto
con algunos de los sobrinos en tercer grado. Desde la víspera se hizo
trasladar a la cocina y erguida en su silla de ruedas, como el propio
general Soublette en Boyacá, dirigió todo el ir y venir que requería
un menú ecléctico. Se hicieron hallacas, como llaman en Caracas a
los tamales, hervido de gallina, torta de polvorosa, bien-me-sabe de
coco, se hicieron en fin los más finos y exquisitos platos de su edad
de oro, porque como buena hija de prócer, había ganado dinero in
illo tempore haciendo postres para los bailes. Cuando llegó la hora
del almuerzo, muy vestida de negro con cadena de azabache y el
pelo partido en dos con su raya en el medio bien liso y bien peinado,
sentada en su silla, lista para que la rodaran al comedor a presidir la
mesa, esperaba la llegada de los festejados en el portal o corredor de