Page 75 - Influencia de las mujeres en la formación del alma americana
P. 75
74 74 INFLUENCIA DE LAS MUJERES EN LA FORMACIÓN DEL ALMA AMERICANA
Ségur en sus Memorias, era la hija menor de Carlos Soublette, uno
de los generales que libertaron a Colombia en Boyacá. La figura
de Soublette es, sin pasión de familia, una de las más puras de
nuestra Independencia. Pero como dijo Páez, hablando de sí mismo
también Soublette vivió demasiado. Lo alcanzó el desprestigio de
épocas que salpicaban mezquindad. Jefe del Partido Conservador de
que antes hablé, quiso gobernar en Utopía. Los libertadores estaban
tan convencidos de la santidad de su causa que una vez terminada
la Independencia creyeron haber purificado el mundo entero.
Su candor les costó caro. Presidente de la República, Soublette,
rodeado por el fracaso de su idealismo, cayó para siempre del poder
con las manos muy limpias, pero cayó para terminar su vida bajo
una cruda persecución. Muerto, la misma persecución continuó
hostigando su recuerdo.
Una prueba es esta: cuando en Venezuela el Gobierno contrario
hizo editar por su cuenta las Memorias de nuestro gran O’Leary, que
como sabemos todos, es una de las principales fuentes de la historia
de la Independencia, mandó suprimir de ellas casi todo lo que se
refería a Soublette. Así mutiladas fueron a la imprenta y así circulan
desde entonces. ¡Él, que se hallaba tan íntimamente mezclado a las
páginas manuscritas por haber sido primo y compañero de armas
de Bolívar y por haber sido cuñado del propio O’Leary! Cuando
murió, sus restos no fueron al Panteón de Caracas donde están
enterrados los más modestos militares, no ya de la Independencia,
sino de lo que llamaron luego “La Federación”. Tan grandes eran
entonces los odios de partido y aquellas disensiones que hicieron
decir a Bolívar: “He arado en el mar”.
Cuando conocí a tía Teresa Soublette impedida, en una silla de
ruedas con los ojos muy vivos y la inteligencia muy clara, se lamen-
taba de las numerosas injusticias cometidas contra la memoria de
su padre. Para enumerarlas se apoyaba en deliciosas anécdotas que