Page 70 - Influencia de las mujeres en la formación del alma americana
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Teresa de la Parra 69 69
no pude reportarme
de descubrirme a ti y a mí dañarme.
Oí tu voz, Belardo, ¿mas qué digo?
No, Belardo, milagro han de llamarte,
este es tu nombre, el cielo te lo ha dado,
y amor, que nunca tuvo paz conmigo,
te me representó parte por parte.
Amarilis se declara luego ignorante en sucesos de amor y, como
quien solo tiene coloquios con el cielo, pide a Lope un don poético:
que escriba en verso la vida de la santa de su devoción:
Yo y mi hermana una santa celebramos
cuya vida de nadie ha sido escrita
el verla de tu mano deseamos
tu dulce musa alienta y resucita
y ponla en estilo tan subido
que sea donde quiera conocido
¡oh, qué sujeto, mi Belardo, tienes
con que de lauros coronar tus sienes!
Para despedirse le recuerda:
Finalmente, Belardo, yo te ofrezco
un alma pura a tu valor rendida.
Parece después como si releyera la carta y descontenta por no
juzgarla a la altura de sus aspiraciones, se acongoja, pero por fin la
cierra y la manda con lo mejor de su alma: