Page 58 - Influencia de las mujeres en la formación del alma americana
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Teresa de la Parra 57 57
Juana Inés de la Cruz, prototipo de la mística intelectual que tanto
abundó en los conventos coloniales.
Sor Juana Inés es sin duda uno de los más completos genios
femeninos que hayan nunca existido. Cuando se lee su biografía y
se conocen sus obras, asombra el ver que tal riqueza de dotes hayan
podido reunirse en una sola persona. Linda, ingeniosísima, apasio-
nada y llena de vida, tenía todos los talentos. Además de su genio
poético, era música, pintora, gran humanista y conocedora de las
ciencias naturales y de las ciencias exactas. Nacida en Francia dentro
de su misma época, habría sido uno de los más brillantes genios
literarios y una de las más seductoras mujeres de la corte de Luis
xiv. Nacida en la Colonia, cargada con la maravilla de sus dones se
fue silenciosamente a ofrecerlos a Dios en un convento. Aunque
provinciana y de posición modesta, su fama de niña genial había
llegado hasta el palacio del virrey de México. Se llamaba entonces
Juana de Asbaje, vivía en el mundo y no había cumplido aún veinte
años. Un día el virrey la invitó a su palacio, e invitó por separado
a los más conocidos teólogos, doctores y letrados: sumaban entre
todos cuarenta. Tenían la consigna de hacer por sorpresa a la niña
sabias preguntas sobre toda clase de conocimientos, a fin de ver
cómo las contestaba ella y deducir así si su ciencia era infusa, adqui-
rida o artificiosa. Yo me imagino que Sor Juana que tenía mucho
ingenio, al ver caer sobre ella aquel aguacero de erudición interro-
gante, debió contestar con ironía cuando su memoria no la ayudó
a contestar con acierto. Como era además muy linda supo también
contraatacar con sonrisas de ciencia infusa. Es el caso que salió muy
brillantemente de aquella celada en la cual cayó más de uno de los
examinadores. Para las almas superiores la victoria encierra a veces
una tristeza más sutil que el dolor de la derrota. La derrota provoca
la reacción y hace brillar de nuevo la esperanza. Juana de Asbaje,
la niña sabia, sintió el hastío de su gran triunfo intelectual del cual