Page 23 - Influencia de las mujeres en la formación del alma americana
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22 22  INFLUENCIA DE LAS MUJERES EN LA FORMACIÓN DEL ALMA AMERICANA

          católica y española, y como creo que fomentarlo en la unión es
          patriotismo amplio, abarqué en esa ojeada histórica todos nuestros

          países y la llamé “Influencia de las mujeres en la formación del alma
          americana”.
             Pero terminada mi ojeada histórica, por circunstancias impre-
          vistas, tuve que emprender viaje hacia Nueva York y La Habana,
          primeras jornadas de mi viaje a Colombia. Pensé que adquiriría
          en esas dos ciudades nuevos datos interesantes sobre las mujeres

          modernas, objeto de mis conferencias finales, y los adquirí en
          efecto, pero al mismo tiempo me abandonó la vocación al momento
          propicio de escribir. En Nueva York no se puede trabajar por el
          exceso de movimiento y de ruido, y en La Habana mucho menos,
          por el dolce far niente. Me he quedado, pues, por todo haber con mis
          mujeres abnegadas. Hablando con franqueza les diré que allá en el

          fondo de mi alma las prefiero: tienen la gracia del pasado y la poesía

          infinita del sacrificio voluntario y sincero.

             Como breve resumen de mis impresiones de viajera diré solo que
          La Habana es uno de los lugares en donde mejor puede observarse la

          feliz evolución de las mujeres latinas hacia un fin más útil y más justo
          sin perder las características de la feminidad y con resultados fran-
          camente buenos. Cuba tiene un fuerte carácter criollo tradicional y

          folclórico que la defiende milagrosamente de las invasiones espiri-
          tuales. Su decantado americanismo no ha llegado todavía al alma de
          ninguna de las clases sociales. La gente habanera es criolla rancia y
          de buena ley a pesar del inglés, el turismo, los dólares y los continuos
          viajes. Un gran número de mujeres cubanas trabajan y estudian sin
          haber perdido su feminidad ni su respeto a ciertos principios y tradi-
          ciones. Vivía en casa de una familia amiga cuyo jardín lindaba con la
          Universidad. Por sus puertas veía entrar y salir todos los días casi el
          mismo número de muchachas que de jóvenes. Conocí de muy cerca
          una familia sumamente honorable de la clase media. Eran cinco
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