Page 27 - Influencia de las mujeres en la formación del alma americana
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26 26  INFLUENCIA DE LAS MUJERES EN LA FORMACIÓN DEL ALMA AMERICANA

          el espíritu de crueldad que anima a la guerra y el abuso inicuo del

          fuerte contra el débil. Pero como muchos líderes del pacifismo y
          socialismo luego de amar con pasión la piedad y la justicia, amó
          todavía más el fuego de su propia elocuencia que pertenecía a la
          escuela de Savonarola. Brillante polemista vivió desgraciadamente
          en una época en que no existían los meetings ni la prensa. Sus enér-
          gicas campañas enriquecidas con estadísticas de mortandades imagi-
          narias al pasar a la categoría de documentos históricos han servido de
          instrumento en manos extrañas, es decir, en manos de los protestantes
          y de las razas del Norte, dos veces enemigos del Imperio español para
          desacreditarnos sistemáticamente y han servido a menudo entre las
          propias manos para despertar desavenencias y avivar odios de raza.
             Contemporáneas del padre Las Casas otras en silencio predi-
          caron la clemencia y la paz. Fueron las mujeres de la Conquista.
          Oscuras Sabinas, obreras anónimas de la concordia, verdaderas
          fundadoras de las ciudades por el asiento de la casa, su obra más
          efectiva a través de las generaciones en su empresa silenciosa de
          fusión y amor.
             De una mujer, Isabel la Católica, nació –como sabemos todos–
          la epopeya de la Conquista. Al adivinar a Colón, ella dirigió de
          España hacia las selvas de América el tumulto espléndido del
          Renacimiento. Desde lejos, por el tiempo y la distancia, es ella la
          madre y la madrina europea de nuestra América. Su figura simbólica


          dulcificada después por la indolencia de la vida colonial encierra
          ya todas las características de la clásica “matrona criolla”, nuestras
          abuelas de ayer. En recuerdo de ellas quiero evocar un instante
          a la reina en esta semblanza con que prologa su traducción de la
          Conquista de la Nueva España, José María de Heredia. Lo hago
          por fe y devoción de raza, como se evoca al santo familiar en esas
          oraciones que por saberse de memoria se repiten todos los días:
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