Page 75 - Fricción y realidad en el Caracazo
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earle herrera


              Ya no se trata de saquear, sino de responder a la represión,
              más por rabia que por motivaciones políticas. El Gobierno
              suspende las garantías constitucionales y declara el toque de
              queda. Después de las seis de la tarde, todo el mundo debía
              estar en su casa. Los pequeños grupos y los individuos que
              desobedecieron la orden, provocaron una respuesta militar
              y policial en la que pagaron justos por pecadores. Barrios
              enteros fueron «peinados» por los cuerpos de seguridad, en
              busca de saqueadores y francotiradores que actuaron como
              Fuenteovejuna. Por eso la represión fue a palo de ciego y, en
              su mayoría, los que caían eran inocentes o desprevenidos.
              El que se hizo de un televisor a color, al ver la foto de un
              niño atravesado por una bala de fusil con la mano tendida
              hacia una lata de mantequilla, se dijo que el riesgo, la «re-
              compensa», el botín no habían valido la pena, pero ya era
              tarde para los lamentos, aunque era lo único que quedaba.
                  Organizaciones no gubernamentales denunciaron que
              los excesos policiales y militares dejaron un saldo de 3000
              personas muertas. El Gobierno situó la cifra de difuntos
              en poco menos de 300 y 1009 heridos. Amnistía Interna-
              cional reportó unos 1000 fallecidos. Nunca se supo el nú-
              mero exacto de muertos, heridos y desaparecidos. Sobre
              todo porque muchos fueron enterrados en fosas comunes,
              sin haber sido identificados. Todavía, a más de diez años
              de los sucesos, hay un comité de familiares que busca a sus
              seres queridos.
                  En el afán militar y policial de someter y castigar a
              Fuenteovejuna, como ya lo dijimos, pagaron justos por pe-
              cadores. Algunos agentes aprovecharon la confusión para
              saldar cuentas y ajusticiar a individuos en sus casas. Los
              testimonios de madres, esposas y hermanos han sido reco-
              gidos por organizaciones de derechos humanos. Muchos

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