Page 77 - Fricción y realidad en el Caracazo
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earle herrera


              en el terminal de pasajeros de Caracas, el Nuevo Circo, desde
              donde salen trabajadores y empleados para las ciudades
              y poblaciones cercanas.
                  En ningún momento el Gobierno intervino para
              aplacar los ánimos. Dejó correr la protesta, solo que esta,
              en horas de la tarde, se había convertido en una revuelta
              popular. Ya el pasaje había sido olvidado y las acciones
              eran contra el paquete económico del Ejecutivo. Lo que
              empezó en la mañana en Guarenas y en el Nuevo Circo de
              Caracas, por la noche se había propagado a las principales
              ciudades del país: Maracaibo, Valencia, Maracay, Barqui-
              simeto, La Guaira, Mérida, Ciudad Guayana, entre otras.
                  La clase política desapareció del escenario. Los dipu-
              tados y senadores se apresuraron a quitar las placas ofi-
              ciales a sus vehículos, por temor a la reacción de las masas.
              También brillaron por su ausencia los directivos de la Con-
              federación de Trabajadores de Venezuela, una central sin-
              dical involucrada en el pasado cercano en sonados casos de
              corrupción. Más que alguna voz orientadora, los canales
              de televisión transmitían las acciones de los saqueadores.
              Toda la noche del 27 de febrero, comercios y tiendas sin-
              tieron la furia popular. El 28 continuó la anarquía y, ante
              la magnitud de los acontecimientos, el Gobierno decidió
              suspender las garantías constitucionales. Del interior del
              país fueron traídos unos diez mil soldados para poder con-
              trolar la situación. Era el turno de la represión, el castigo
              y el escarmiento.
                  El 28 de febrero el presidente Pérez se dirige a la nación.
              Vuelve a recordar la situación crítica en que encontró al país.
              Se declara adversario del Fondo Monetario Internacional y
              de sus políticas, pero confiesa que ir a ese organismo «no es



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