Page 74 - Fricción y realidad en el Caracazo
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ficción y realidad en el caracazo
En verdad, nadie estaba en la parada. Ni la izquierda, ni la
derecha, ni el Gobierno, ni la oposición.
En efecto, la noche del 27 de febrero el país parecía
sin gobierno. Masas humanas bajaban de los cerros y arra-
saban con todo lo que de valor hallaban a su paso. Las
casas comerciales fueron las que en mayor grado sintieron
la furia de la protesta y los saqueos, desde los pequeños
negocios hasta las grandes tiendas y almacenes. Indistin-
tamente, se arremetía contra expendios de comestibles,
empresas de electrodomésticos y de artículos de lujo. Las
calles eran un ir y venir a la carrera de gentes con televi-
sores al hombro, piernas de res, cocinas, cajas de licores,
ropas, zapatos, neveras, llantas, sacos de arroz o harina.
Cualquier cosa metálica servía de palanca para romper
candados o derribar las santamaría (rejas de hierro).
Los revoltosos actuaban con premura, seguros de que
pronto aparecería la policía, pero esta brillaba por su au-
sencia, para extrañeza de los mismos saqueadores y de la
colectividad en general. Toda la noche del 27 de febrero,
y buena parte del día siguiente, fue un estado de anarquía
general. La situación se extendió a todo el país. Cuando el
Gobierno reacciona y ordena lanzar las fuerzas policiales a
las calles, las mismas resultan rebasadas por la dimensión
de los acontecimientos. Entonces se decidió echar mano de
los militares y el Ejército toma las riendas de la situación.
La represión fue indiscriminada, a sangre y fuego, como
si de una guerra se tratara. A la algarabía de la revuelta
le siguió el traqueteo de las ametralladoras y el retumbar
de pistolas y fusiles.
Poco a poco y cuadra a cuadra, las fuerzas del orden van
tomando el control de la situación, pero algunos grupos se
hacen fuertes en los barrios y aparecen los francotiradores.
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