Page 51 - Fricción y realidad en el Caracazo
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earle herrera


              a declinar, las puertas del crédito internacional se cerraron
              y quienes tenían dólares, decidieron sacarlos del país. Ya
              la inversión había sido desestimulada por las altas tasas
              pasivas de los bancos. El endeudamiento del país alcanzó
              la astronómica cifra de 27 000 millones de dólares, cuyo
              servicio comprometía la tercera parte de los ingresos.
                  El Gobierno decidió entonces aplicar un remedio
              drástico que, a la larga, resultó peor que la enfermedad.
              Decretó un control de cambio el 18 de febrero de 1983,
              día conocido como el Viernes Negro. Creó una oficina
              de Régimen de Cambio Diferencial encargada de imple-
              mentar dos tipos de cambios fijos: dólares a 4,30 y a 6,00
              bolívares. Los primeros para la importación de insumos
              industriales. Los segundos, para las demás personas natu-
              rales o jurídicas. La brecha entre el dólar preferencial y el
              de cambio libre desató la corrupción más grande conocida
              en el país hasta entonces. Provocó también la mayor fuga
              de divisas en la historia nacional.
                  La devaluación del bolívar, de cuya solidez se jactaban
              los venezolanos, no solo fue un golpe económico sino tam-
              bién psicológico. En la población creció una sensación de
              engaño. Los amigos del Gobierno, empresarios, políticos y
              gente de la clase media, recibieron información antes de la
              devaluación. Por ello tuvieron tiempo de comprar dólares
              y sacarlos del país. Fue un tremendo negocio. El resto de
              la población debía pagar los platos rotos de la crisis. Con
              el Viernes Negro, el modelo económico había colapsado.
                  No daba más. Sin embargo, la clase política no lo
              asumía de esta manera. Los partidos Acción Democrática
              y Copei, que se venían turnando en el poder desde 1958,
              no fueron capaces de ver los nubarrones en el horizonte ni
              mucho menos de emprender las reformas que reclamaban

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