Page 273 - Fricción y realidad en el Caracazo
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earle herrera
tomó vino en el velorio de uno de los caídos y participó en
esa especie de fiesta y tragedia a la vez, de muerte y cele-
bración. Todo ello forma parte de una ética de lo alterno,
de una cultura al margen que ha registrado y plasmado en
sus cuentos, tanto en el libro ya citado, como en su novela
Yo soy la rumba (1992). ¿Por qué hacer literatura sobre unos
sucesos tan inmediatos? Ángel Gustavo Infante responde:
Fue dar respuesta con el discurso que maneja cada quien,
incluso el de la estética verbal, bien sea en prosa o en
verso, a una situación muy difícil, muy dura y, bueno,
hay que expresarla con el instrumento que se tiene
a mano. Eso no entorpece, no imposibilita al autor para
observar al fenómeno desde otro ángulo y hacer un es-
tudio sociológico, si se quiere. Pero la respuesta inme-
diata es estética porque ser escritor, es más un modo de
vida que otra cosa.
Para el narrador que es Infante, esta actitud no tiene
que ver necesariamente con la llamada «literatura compro-
metida» que signó la creación de «la década violenta», los
años sesenta, cuando el escritor se planteó un compromiso
político y social que se reflejaba en el texto. El Caracazo
fue un estallido y así estalló en las letras. Luego cada quien
seguiría en su propia búsqueda estética. La gente de los ce-
rros se cansó de su situación —piensa— y realizó una ac-
ción desesperada, instintiva. A Infante no lo asombró la
reacción de las personas en la realidad, ya la conocía por
la de sus personajes de ficción. «Son los mismos», dice.
Pocos escritores podían situarse mejor que Infante en esa
confusa franja donde se cruzan la realidad y la ficción. Los
personajes que saqueaban la ciudad podían haber bajado
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