Page 270 - Fricción y realidad en el Caracazo
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ficción y realidad en el caracazo


            angustia existencial, el «yo» de los artistas y, en no pocos
            casos, hacia la exaltación del escepticismo, lo que parece,
            esto último, de suyo paradójico.
                La paz democrática, sin embargo, llevaba en Vene-
            zuela la procesión por dentro. Las abismales desigualdades
            sociales, la pobreza extrema y los cinturones de miseria al-
            rededor de las grandes ciudades, incubaban y reproducían
            un tipo de violencia que, el 27 de febrero de 1989, estalló
            como una gigantesca olla de presión social. El escepti-
            cismo saltó en pedazos y varios escritores se hicieron pre-
            sentes con el arma que conocen y manejan: la palabra. La
            creación literaria también fue sacudida y conmovida por el
            Caracazo. La pluma se fijó en la noticia, siguió las secuen-
            cias de las cámaras, se detuvo en las fotografías y encontró
            sus temas en las barricadas, las vitrinas rotas y las manos
            tendidas hacia un pote de mantequilla o un paquete de
            harina. Concluía la vela de armas literaria.
                El novelista Carlos Noguera, autor del relato breve
            «27-F: Su gran debut», asumió el reto de escribir sobre un
            hecho inmediato, próximo, de actualidad, sin caer en una
            literatura panfletaria, programática, ideológica. De los
            violentos años sesenta tenía la experiencia de haber escrito
            su novela Historias de la calle Lincoln (1971), con la que
            obtuvo el Premio Internacional de Narrativa de Monte
            Ávila Editores. Pero el Caracazo, según sus palabras, fue
            un acontecimiento imprevisto y sorpresivo. Para plasmarlo
            literariamente, tomó a un personaje de la realidad —o el
            personaje se le impuso—, la imagen de una muchacha que
            muere en el intento de medirse un vestido de satén que
            minutos antes había saqueado en una tienda. La ráfaga
            de ametralladora frustró su ilusión de debut y pasarelas
            y quedó allí, abrazada al maniquí despojado del traje.

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