Page 128 - Fricción y realidad en el Caracazo
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ficción y realidad en el caracazo


            televisión del señor ministro del Interior, Alejandro Iza-
            guirre. En cadena nacional, se dirigiría al país para informar
            sobre el control de la situación por parte del Gobierno. De
            pronto el hombre, de unos 70 años para entonces, tarta-
            mudeó y se le fueron las palabras. Con el rostro desen-
            cajado y a punto de sufrir un desmayo, dio una imagen
            patética a los millones de televidentes que esperaban oírlo.
            Fue ayudado a salir del foco de las cámaras. No hubo men-
            saje del alto cargo del Gobierno. Esto aumentó la incerti-
            dumbre y, al día siguiente, solo se hablaba del «patatús»
            que le dio al ministro.
                Los diputados y senadores pusieron su parte en la tra-
            gicomedia. Los fotógrafos los captaron cambiando, apre-
            surados, las placas oficiales de sus automóviles por las de
            ciudadanos comunes y corrientes. Los representantes del
            pueblo temían a la furia de ese pueblo. Los dirigentes em-
            presariales y sindicales se reunieron de emergencia para
            aprobar un aumento de sueldo a los trabajadores casi sin
            discutir. La lucha por ese aumento llevaba meses de nego-
            ciaciones y reclamos sin resultados. En el aspecto trágico,
            la situación sirvió de marco de impunidad para venganzas
            personales o el ajusticiamiento de personas por parte de
            los cuerpos policiales.
                Las clases en el poder buscaban culpables, en un in-
            tento de racionalizar la situación. Algunos explotaron
            sentimientos de xenofobia culpando de los saqueos a in-
            documentados procedentes de países vecinos o cercanos
            (principalmente a colombianos, ecuatorianos, haitianos y
            dominicanos). Altos dirigentes del partido de gobierno,
            Acción Democrática, denunciaron una subversión de iz-
            quierda dirigida por los ya sexagenarios exguerrilleros de
            la década de los sesenta. Como siempre, detrás de toda

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