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ficción y realidad en el caracazo


            y cuadros. Revela también el trabajo de Cadenas que ese
            27 de febrero, estremeció y motivó la escritura de muchos
            profesionales de las distintas disciplinas y ciencias sociales.
                A esa motivación no iba a permanecer ajena la litera-
            tura, mucho menos en un país de América Latina donde
            las letras y la realidad se nutren y se relatan entre sí desde
            los tiempos fundacionales de las crónicas de Indias. Así si-
            guió siendo en los escritos costumbristas, en la novela de la
            tierra, en las expresiones del realismo mágico y, cómo no,
            de lo real maravilloso americano de las que ya nos hablara
            Alejo Carpentier en El reino de este mundo (1966). Literatura
            y realidad se volvieron a nutrir y a condicionarse —o si se
            quiere, a influirse— durante los violentos años de la década
            1960-1970. Y luego de un período de ensimismamiento li-
            terario, el estallido popular de 1989 —el Caracazo— sacó
            a los escritores de sus búsquedas formales, estremeció sus
            conciencias y reclamó su atención. La historia de estos días,
            más allá de las noticias, había que plasmarla y contarla. El
            Papel Literario del diario El Nacional (7 de marzo de 1989)
            invitó a un grupo de literatos a escribir sobre el suceso en
            caliente, interesante experiencia común y corriente en otros
            países (sobre todo en Estados Unidos), pero inusual en Ve-
            nezuela. Los escritores, a diferencia del periodista, se toman
            su tiempo para llevar al lenguaje o a la ficción narrativa los
            hechos inmediatos de los que forman parte. Prefieren dis-
            tanciarse un tanto de ellos, dejarlos decantarse, para luego
            reconstruirlos verbalmente. Sin embargo, en esta opor-
            tunidad, la intensidad y lo sorpresivo de aquel fenómeno
            social y la forma en que se expandió por todo el país, los im-
            pulsó a aceptar la invitación del diario. Lo asumieron como
            una responsabilidad social y ofrecieron, literariamente, su
            versión (o su visión) de los acontecimientos.

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