Page 127 - Fricción y realidad en el Caracazo
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earle herrera
tenían otra sensación, la de haber sido partícipes de los acon-
tecimientos. La televisión, en este sentido, jugó un papel
de primer orden que estudios distintos a este intentaron
analizar y explicar.
Más acá de la realidad audiovisual, de los aconteci-
mientos mediáticamente construidos, la «realidad real»
rozaba los límites que la separan de la ficción, cuando no
los traspasaba. Después de sus funerales y su entierro, una
joven se presentó en su casa. No había muerto en los su-
cesos, pero a sus familiares les entregaron un cadáver, con
lo que les ocasionaron dolor y gastos. Ahora se hacía nece-
sario desenterrarlo para identificarlo. La joven viva, ya con
partida de defunción, confrontaría el problema de estar le-
galmente muerta. Asimismo, decenas de víctimas caídas
durante los sucesos fueron enterradas en fosas comunes,
en un lugar del saturado Cementerio General del Sur co-
nocido como La Peste. Un largo y doloroso proceso de ex-
humaciones y nuevos entierros esperaba a los familiares.
Una vez decretado el toque de queda a partir de la seis
de la tarde, Caracas fue militarmente reforzada con jóvenes
soldados traídos del interior del país, quienes no conocían
la ciudad capital. Su nerviosismo era evidente. La orden era
disparar a lo que se moviera. Es curioso que la noche del 28
de febrero, más de cien indigentes y enfermos mentales «es-
caparan» de un albergue situado en la avenida San Martín,
una de las más devastadas por los saqueos. Nadie dio razón
de la suerte de aquel centenar de desgraciados que hallaron
las puertas abiertas para internarse en la noche bajo toque
de queda.
Sucesos de esta naturaleza tienen siempre su ingre-
diente tragicómico. A la confusión general de los primeros
momentos se sumó la frustrada y frustrante aparición en
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