Page 125 - Fricción y realidad en el Caracazo
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earle herrera


              espontánea, desorganizada, sin dirección ni objetivos y,
              durante los primeros días, casi sumió al país en un estado
              de anomia nacional.
                  Aquella, la literatura que surgió al calor de la lucha
              armada contra el sistema, tuvo un sujeto literario en el
              guerrillero revolucionario, para decirlo con Britto García.
              Esta  literatura  de  emergencia  del  Caracazo  no  tuvo  ni
              podía tener un sujeto literario identificable e individua-
              lizado. El sujeto eran las masas, por algunos llamada «la
              chusma», especie de Fuenteovejuna en el que todos eran
              protagonistas y nadie lo era. Si este fenómeno social ge-
              neró una literatura fue porque, pese a su corta duración,
              estremeció y resquebrajó todo el edificio institucional del
              país. Fue tal su intensidad que tres años después, en 1992,
              dos rebeliones militares buscarían poner fin a la demo-
              cracia representativa que se instauró en el país cuatro dé-
              cadas atrás. La naturaleza atípica de la revuelta popular
              —sin dirigentes y sin objetivo— provocó un gran impacto
              en la conciencia de los intelectuales y, en particular, de los
              escritores. A esto hay que sumar la tardía pero cruenta res-
              puesta gubernamental, con flagrante violación de los dere-
              chos humanos y un saldo de muertos y desaparecidos cuyo
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              número todavía se ignora .
                  Esta revuelta popular tuvo otra característica total-
              mente ausente en alzamientos de masa del pasado: su
              transmisión directa y en vivo por la televisión. Desde los


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                 Los familiares de las víctimas del Caracazo, ente instancias na-
                 cionales e internacionales, todavía peregrinan en busca de que se
                 haga justicia, se castigue a los culpables y les sean resarcidos los
                 daños. En el año 2011, el fiscal general de la República se com-
                 prometió a atender sus demandas y a que los delitos no quedaran
                 impunes. Antes, el Estado no había asumido este compromiso.
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