Page 119 - Fricción y realidad en el Caracazo
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earle herrera


              en su Proceso a la narrativa venezolana, el crítico Julio
              Miranda destaca:

                    La eficacia de este libro no se debe tanto a lo que pasa
                    sino a cómo lo cuenta su autor: trazo de personajes y
                    escenas con un extraordinario ahorro narrativo, plas-
                    mación del ritmo de unas acciones, concentración en lo
                    esencial del hecho sin descripciones secundarias y dis-
                    persivas, reiteración de palabras y frases, cortes del re-
                    lato y finales de las escenas clavados frecuentemente en
                    una sola palabra contundente, libertad sintáctica, seña-
                    lamiento de un detalle obsesivo que centra la anécdota,
                    etcétera. Creo que todas son posibilidades —reali-
                    zaciones— literarias, aptas para cualquier narrador, y la
                    narrativa de la violencia tendrá que contar con las que
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                    ha ignorado hasta ahora .
                  El libro de Labana, más allá de su contenido, logró
              un sitial en la literatura de la violencia cuando textos de
              escritores de oficio, por excesos literarios, digamos retó-
              ricos, resultaron obras prescindibles. Lo mismo les ocurrió
              a políticos y exguerrilleros que, contando con experien-
              cias e informaciones tan dramáticas como las de Labana,
              sucumbieron en su intento literario, unas veces por inge-
              nuidad creativa y falta de conciencia del lenguaje, otras
              por la imposición del político al literato. Sus textos, en-
              tonces, no pasaron del discurso militante, de la consigna y
              del llamado a la lucha. Por supuesto, al escoger el género
              equivocado para sus mensajes, estos también se pierden.
              Así lo observa Orlando Araujo:


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                 Julio Miranda, ob. cit., p. 252.
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