Page 107 - Fricción y realidad en el Caracazo
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earle herrera
en pleno siglo XXI, se le está pidiendo cuentas a uno de
los últimos representantes de esta estirpe de gobernantes:
Augusto Pinochet.
No es por ello casual que casi simultáneamente, tres
grandes exponentes de la literatura latinoamericana hayan
publicado sendas novelas en torno a la figura del dictador.
Ellos fueron Alejo Carpentier, Augusto Roa Bastos y Ga-
briel García Márquez, con sus obras El recurso del método
(1975), Yo el Supremo (1977) y El otoño del patriarca (1975).
Ilustres antecedentes de estas novelas son Tirano Banderas
de don Ramón de Valle Inclán y El señor presidente del
Premio Nobel de literatura, Miguel Ángel Asturias. Por
supuesto, en cada país la bibliografía sobre sus dictadores
—solo en el terreno de la creación literaria— es abundante
y variada en cuanto a géneros. La historia registra la realidad.
La ficción la reconstruye. La palabra preserva y proyecta
la memoria colectiva.
El general venezolano Marcos Pérez Jiménez no es,
ni de lejos, el déspota ilustrado de Carpentier o de Roa
Bastos, pero tampoco el dictador primitivo, casi anal-
fabeto, de García Márquez. Pertenece a una pléyade de
dictadores latinoamericanos formados en las academias
militares, con cursos de Estado Mayor en la Escuela de
las Américas, con sede en Panamá, bajo la rectoría mi-
litar de Estados Unidos. O en la Academia Militar de
West Point, centro de formación estadounidense de los
famosos «boinas verdes». Su gobierno fue tan represivo
como rocambolesco. Al impulso que le dio a la industria
de la construcción, en su afán de hacer de Caracas una ré-
plica tropical de Nueva York, como el general Guzmán
Blanco, en el siglo XIX, la quiso convertir en una pe-
queña París, la fachada de su gobierno buscaba dar una
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