Page 85 - El Reportaje, el ensayo
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El reportaje, el ensayo
                              qp Earle Herrera
             grecolatina, con Plutarco y especialmen te con Séneca en la primera
             fila . Por su parte, José Edmundo Clemente, al señalar que “las disci-
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             plinas del espíritu carecen de línea deportiva de largada” y que “valdrá
             Montaigne como Ecuador que divide el nombre de un mismo conti-
             nente, nunca como principio de un mundo separado”, establece los
             antecedentes del ensayo en los siguientes términos:

               Lejos de mi ánimo el apartarme violentamente de la admiración por
               Montaigne, pero me resisto a la idea totalitaria de dependerlo todo de
               un solo hombre. Idea que, por otra parte, hubiera repugnado al propio
               Montaigne, generoso como pocos en el reconocimiento; de ahí que
               resulte posible escribir esos antecedentes con citas tomadas de su pro-
               pio libro. No retrocederé mucho; me basta con llegar hasta Cicerón,
               en particular a sus diálogos De la amistad, de la vejez y a las Paradojas a
               Marco Bruto, preferidas por el escritor francés, aunque al pasar le cri-
               tique el estilo (lib. II, cap. X). También ciertas obras de Ovidio –Ars
               amandi– caben ser incluidas entre la prosa adelantada; “la fecundia de
               éste me encantaron en otro tiempo” (lib. II, cap. X). Igualmente sería
               injusto olvidar a Séneca, algunos de cuyos títulos transparentan la ma-
               nera cómo fueron tratados: De la ira de la forma del mundo, y sobre todo
               las Epístolas dedicadas a Lucilio, favoritas de Montaigne. Pensemos
               en Plutarco, el extraordinario humanista que escribe las Vidas parale-
               las como pretextos biográficos de sus ensayos morales. La particular
               influen cia de Séneca y de Plutarco es terminante en Montaigne. De
               ellos confiesa: “la familiaridad que mantengo con estos dos persona-
               jes y la asistencia que procuran a mi vejez y a mi libro, edificado del
               principio al fin con sus despojos, me obligan a defender el honor de
               ambos” (lib. II, cap. XXXII).
                  Cómo ignorar, a su vez, a San Agustín, “el gran San Agustín” (lib.
               I, cap. XXVI). El santo ensaya sus Confesiones con sinceridad cristiana
               y comunicativa; estilo franco y confidencial que servirá de cuidadoso
               modelo a la introspectiva prosa monteniana .
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             12   Manuel Gayol Fernández. Ob. cit., p. 328.
             13   José Edmundo Clemente. Ob. cit., p. 17.
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               z colección warisata
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