Page 110 - El cantar del Catatumbo
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huevos de música,
             las garzas en el tremedal,

             donde hablan solos los chigüires.


             Hasta ellos creen que el llano es campo.
             Y no. El llano aguaita dentro del estero.
                    Él es el ánima del agua.


              Ya de vuelta en San Fernando de Apure nos reencon-
           tramos con los poetas José Gregorio González, Radhais
           Ojeda de la Red de Escritores, Octavio Vivas, Carlos
           Tirao (El Poeta Enamorado) con los que participé en
           un recital en el que Amaloa Peñalver dijo sus hermosos
           romances cantando.
              Al día siguiente partimos hacia el llano alto. Después
           en Guárico lo que era lejanía, horizonte y cielo be-
           biéndose en el espejismo, se espesa de morichales foscos,
           quietos. La llanura se embrama de árboles para volver
           a derramarse en lentas lomadas hasta casi llegar a San
           Juan de los Morros, a sus arrecifes verdes y aguilosos,
           jóvenes, gozosos del espacio.
              Y aparece Villa de Cura. “Todo esto es mío, lo co-
           nozco palmo a palmo”, dice Pedro Ruiz, que develó
           casa por casa, hombre por hombre, la vida y la historia
           de Aragua, cuyos valles poblados de cañaverales perte-
           necieron en un tiempo a la familia de Simón Bolívar.




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