Page 108 - El cantar del Catatumbo
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En estos tremedales, entre los moriches (palmeras de
cuyas fibras se hacen los chinchorros), cerca de los caños
caimaneros y entre las vainas pesadas de los carutales,
transcurren los llaneros serenos, silenciosos, adustos,
con ese don que tienen los hombres de callado coraje,
de honor reservado y, cuando cuadra, de suelta alegría,
sin perder la sombra ni la bizarría.
Van desapareciendo los jinetes, a veces se ve alguno
cabalgando detrás de su ganado hacia las galerías del
Orinoco, formaciones de pura piedra que escoltan el
imperio de la Amazonía. Llegamos al borde del Sinaruco
y las dificultades de una chalana nos impiden atravesarlo
para poder alcanzar el Orinoco que repta poderoso a
solo treinta kilómetros.
De esos andares por el llano, salió este poema:
Solo a caballo va a tocar la tierra.
El llano a veces es de aire,
otras veces laguna
y más que nada luz.
Esos samanes como lámparas
son anémonas de tiempo.
Hay una sola hora aquí,
siempre final.
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