Page 105 - El cantar del Catatumbo
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Ese contacto europeo se dio, por lo menos en Apure,
de una manera esporádica en los primeros tiempos de
la conquista (siglo XVI), apenas pueden señalarse las in-
cursiones exploratorias de Diego de Ordaz y Gerónimo
de Ortal en el Orinoco y el Meta, y las correrías por
todo el territorio llanero de los gobernantes alemanes,
los Welseres, quienes solo andaban tras el señuelo del
Dorado.
El llano es el mismo Apure que lo inunda en invierno
y lo verdece el resto del año. El agua se vuelve tierra.
Por eso dice el llanero que el coporo cae del cielo. Y es
que los potreros quedan llenos de peces.
En tres superficies que se alternan para sostenerlo
sucede el llano: el aire, la tierra y el agua. Así uno siente
que lo que en el llano lo que es presencia frente al in-
finito, en la pampa es sensación de la propia ausencia.
No es reino del hombre, sino de las bestias, de los
caimanes asoleándose en la orilla de los madrejones
morados por las boras florecidas, del garzón soldado,
de los ganaes, esas aves zancudas, imperiosas, y también
de la iguana y los chigüires.
De vez en cuando aparecen algunas casas muy re-
ducidas donde un hombre siestea mientras su mujer
teje una hamaca. Estas viviendas mezquinas llamadas
“soluciones habitacionales” por los gobiernos anteriores,
se daban a las jóvenes parejas (ya a los quince años una
adolescente era madre de uno o dos niños) y no tenían
los mínimos servicios, ni agua, ni luz, ni sanitarios. En
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