Page 90 - El Estado Docente
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cación afirma:
               El Estado no puede desinteresarse de la manera como se distribuye la
               enseñanza. Seguramente se puede discutir sobre la extensión y las
               modalidades de su intervención, pero el principio continúa indiscuti-
               ble, y ello por tres razones:
                    1. La escuela forma ciudadanos y no podría ser indiferente al
               Estado que representa aquí los intereses de la comunidad nacional,
               que esa influencia permita la difusión entre los jóvenes espíritus que
               le están confiados, de principios negadores de los valores que consti-
               tuyen la base de la vida social o de doctrinas peligrosas para la unidad
               nacional. Es, pues, el orden público, entendido en el más amplio sen-
               tido de la palabra, el que justifica aquí la intervención del Estado.
                    2. La escuela forma técnicos que serán llamados a ejercer sus
               funciones en la sociedad. Es necesario que sus aptitudes y su com-
               petencia sean verificadas en el propio interés de la colectividad. Ese
               es un rol que sólo el Estado puede desempeñar por un control de
               valor de los maestros y por la autenticación de los diplomas.
               Además, como corresponde a las funciones del Estado moderno
               promover la cultura, debe intervenir para estimular la investigación,
               introducir el estudio de las nuevas técnicas, dirigir los estudios en el
               sentido exigido por la situación, tanto interior como internacional
               del país; la orientación económica y social de un Estado depende de
               la existencia y de las cualidades de su cuerpo de técnicos capaces de
               dirigirla.
                    3. La intervención del Estado está, por último, legitimada por el
               hecho de que la cultura no podrá ser un privilegio reservado a algu-
               nos, ya por razón de su fortuna, ya como consecuencia de su perte-
               nencia a una religión. La escuela verdaderamente abierta a todos no
               puede ser sino la escuela del Estado. Es accesible a la vez, material-
               mente porque en un principio ella no adhiere a ninguna creencia filo-
               sófica o religiosa en particular.

               La intervención del Estado en la educación no tiene, como algu-




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