Page 83 - El Estado Docente
P. 83

democráticos, mientras que aquí sólo se atiende a las aptitudes, que
             pueden distribuirse sin distinción de clases. Tampoco puede decirse
             que así se atenta contra los valores individuales, contra los derechos
             de la personalidad humana, sino que por el contrario, se vigilan, se
             toman en cuenta esos valores para colocarlos en el lugar de sus mere-
             cimientos. Para cumplir a cabalidad esas funciones, como dije en
             alguna oportunidad, el Estado está en la obligación de diversificar los
             caminos, a fin de que cada ciudadano pueda escoger el suyo. Esta
             diversificación ha de estar en un todo de acuerdo con las necesidades
             colectivas y con las propensiones predominantes en el medio, a fin de
             que cada quien adquiera la mejor capacitación para servir eficiente-
             mente, de acuerdo con su vocación y aptitudes. Es dispendioso y sim-
             plemente improductivo, seguir un sistema inorgánico de estudios en
             el que cada ciudadano, por puro capricho o por insinuación de los
             familiares, curse estudios de Derecho, cuando tiene aptitudes para
             médico o para carpintero, porque así tendremos un mal abogado y
             perderemos un buen médico o un excelente carpintero.
                En una democracia ordenada y planificada la formación edu-
             cativa de los ciudadanos se realiza atendiendo a los requerimientos
             que el desarrollo económico y social demandan. No hay desarrollo
             económico sin formación profesional adecuada. Son los hombres
             formados adecuadamente los que generan riqueza y desarrollo,
             pero debe entenderse que no es desarrollo la riqueza producida para
             un grupo o una casta. El desarrollo va aparejado a la redistribución
             del ingreso, tal como acontece en la democracia socialista.
                Por otra parte la cultura realiza una función social útil de alcan-
             ces generales, y cuando se restringe su acción a pequeños núcleos o
             élites privilegiadas, se le esteriliza, pierde sentido y se convierte en
             una cosa muerta. Por eso expresaba R.H. Tawney que “la cultura no
             es un surtido de estéticas frutas escarchadas para paladares delica-
             dos, sino una energía de alma… Con el fin de que la cultura no sea


                                                    BIBLIOTECA AYACUCHO  57
   78   79   80   81   82   83   84   85   86   87   88