Page 77 - El Estado Docente
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pos y partidos, a los cuales ha de entenderse que la mayoría les da
             su asentimiento cuando consignan su voto por esos programas y
             por los hombres que van a ponerlos en práctica. No hay otra mane-
             ra de entender la democracia, ni el grupo derrotado en una elección
             puede pretender que sea su programa el que sirva de norma al
             Gobierno y a la política sustentada por el Estado, cuando el pueblo
             ha votado en otro sentido. Tampoco podría decirse que cuando un
             partido triunfa y pone en práctica su programa para orientar la edu-
             cación del país o la política económica y social, está convirtiendo
             el Gobierno o la escuela en vehículo de expresión de sus ideas o de
             instrumento de poder, porque, si se considera que el triunfo de un
             partido no es sólo el producto del voto de sus militantes, la mayo-
             ría que obtiene, síntesis de diversos criterios, concilia sus aspira-
             ciones en el programa del partido triunfante. Sería negar la demo-
             cracia pretender que los grupos minoritarios sean los que fijen
             orientaciones al Gobierno, porque en este caso la inversión daría
             sentido oligárquico al Estado. Esta doctrina es aplicable cuando el
             partido triunfante obtiene la mayoría absoluta y tiene representa-
             ción en las Cámaras para hacer valer su programa. Cuando sucede
             lo contrario, el partido triunfante no dispone de mayoría para
             imponer su programa y debe hacer concesiones o aceptar lo que la
             mayoría decide en el Congreso.
                Las argumentaciones anteriores suponen el funcionamiento del
             Estado democrático, tal como se le conoce en la doctrina, pero el
             predominio de los grupos que manejan la economía del país desvir-
             túa esa estructura, poniendo todo el poder al servicio de sus intere-
             ses. Por tales razones hay que luchar por el establecimiento de un
             régimen de igualdad, donde el poder económico esté en las manos
             del pueblo mediante el control de las industrias básicas y las palan-
             cas del poder económico del crédito, representado en los bancos,
             donde la tierra laborada por los campesinos, organizados en grandes


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