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contacto con sus hijos. Por ello el Estado, que es una organización
            creada por la familia para su protección, ha asumido, con mayor
            eficiencia aquella función educadora.
               Durante la Edad Media, la universidad y la escuela estuvieron
            dirigidas por la Iglesia, que muchas veces impedía la educación de
            cierta gente y no enseñaba a los legos sino que simplemente capa-
            citaba a algunas personas para la dirección de la colectividad. Pero
            dentro de una colectividad se presentan multitud de tendencias, de
            creencias, de maneras de actuar y de pensar, y no puede creerse
            acertadamente, que debe asignarse en nuestros tiempos esta fun-
            ción de dirección, de formación del espíritu del ciudadano, a una
            organización privada, que atendiendo a sus intereses particulares,
            descuidaría, respecto de los individuos que actúan fuera de su órbi-
            ta, aquel espíritu de comunidad, de convivencia de que hablé antes.
               En las sociedades modernas, sin discusión, la educación como
            función pública esencial de la colectividad, está encomendada al
            Estado. Ahora, el pleito que se entabló entre las llamadas comuni-
            dades educadoras y el Estado, arranca, como expresa el insigne
            maestro Ferdinand Buisson, de la supresión del monopolio de la
            educación ejercido tradicionalmente por esas comunidades, para
            dar paso a una nueva concepción que confiere el control del Estado
            sobre la educación, o la supresión de todo monopolio:

               Por extraña inversión de los términos, dice Buisson, que no obstante
               se explica como táctica de partido, la libertad de enseñanza ha sido
               reivindicada por aquellos mismos cuyo monopolio ha sido destruido
               o amenazado. Bajo la apariencia de libertad se trataba esencialmente
               del poder: lo que se disputaba de una y otra parte no era el derecho
               abstracto de enseñar, era una fuerte organización que permitía apo-
               derarse poco a poco y enteramente de la educación de la juventud en
               todos los grados. La libertad tan imperiosamente, y a veces elocuen-
               temente reclamada por devotos adversarios de todas las libertades,


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