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un crecimiento y desarrollo de las ciudades viejas y creación de nue-
vas ciudades, sino también una “desruralización” del campo, al cual
van penetrando los hábitos y costumbres, los requerimientos de las
ciudades, favorecidos por la propaganda a través de la radio y de los
otros medios de difusión y propiciados por las vías de comunicación.
El hombre del campo que viene a buscar trabajo a la ciudad
sufre, además de los desajustes por el cambio de medio y de traba-
jo, los que le produce su falta de preparación para enfrentarse a la
nueva situación. La educación le facilitaría el cambio. Ya observa-
ba el economista Gunnar Myrdal, que “la característica peculiar del
alfabetismo es que aumenta la capacidad de los individuos para
buscar y seguir un ajuste racional a los cambios ocurridos”.
Si eso puede decirse de una simple alfabetización, deben con-
siderarse las ventajas de una educación primaria completa, cuyos
fines tienden a crear en el hombre actitudes que le permitan abrirse
paso en un mundo cambiante como el actual. Por otra parte, la
escuela rural debe ser, además, una agencia del cambio social.
Lentamente el campo se va tornando en ciudad, porque son las con-
diciones de vida que ésta ofrece las más acordes con la vida moder-
na. En los países desarrollados ya casi no existen diferencias nota-
bles entre campo y ciudad y no obstante que en América Latina
todavía la población campesina es mayor que la urbana, se obser-
van signos de desruralización creciente y rápida, en Venezuela,
Cuba, Chile, Argentina, Uruguay, y más lenta en los otros países,
pero que irá acentuándose a medida que crezca la industrialización
y se extienda la mecanización agrícola.
Señala Myrdal que “el anhelo decidido de instrucción” es el
elemento de mayor importancia en los programas de integración
nacional para el desarrollo, ya que “sería tarea fútil iniciar un pro-
grama de desarrollo nacional mientras los habitantes siguen siendo
analfabetos”.
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