Page 16 - El Estado Docente
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Y es esta naturaleza política de la educación la que determina el
deber y el derecho del Estado a ocuparse de la educación de una
sociedad cualquiera. Ya esto tan esencial fue comprendido y expues-
to por filósofos de la antigüedad griega como Platón (República;
Leyes) y Aristóteles (Política); siglos después, ya en la Ilustración,
esa tesis fue expuesta por Montesquieu (El espíritu de las leyes) y La
Chalotais (Ensayo de educación nacional); ya hacia el siglo XIX y
XX la tesis de la conveniente y necesaria intervención del Estado fue
expuesta por el filósofo Fichte (Discursos a la nación alemana) y por
John Dewey (Democracia y educación), filósofo y pedagogo cuya
influencia se extiende en el tiempo hasta hoy.
¿Por qué tanta incomprensión y oposición a este principio del
Estado docente? Porque aún en sociedades tenidas por democráti-
cas, igualitarias, modernas y laicas, predominan y se solapan un
conjunto de valores tradicionales e intereses materiales que deter-
minan en ellas que el sistema escolar funcione en verdad como un
sistema diferenciado y diferenciador para las distintas clases socia-
les y grupos que se mueven en esa sociedad. El valor de la igualdad,
propio de toda verdadera democracia, se anula en ese entramado
diferenciador cuyos defensores entienden la educación como un
asunto de minorías. Los opositores al Estado docente admiten la
educación de las mayorías cuando es impartida por individuos y
grupos privados, laicos y/o religiosos, con recursos del Estado, eso
sí. No más.
Se oponen tenazmente, unos y otros, a un concepto y experien-
cia reconocida en el mundo contemporáneo desarrollado: la socia-
lización política del niño, del adolescente, del joven, por las insti-
tuciones del Estado. No admiten que el Estado debe procurar la
generalización en la sociedad de un conjunto de experiencias y
capacidades cognitivas, expresivas, emocionales, estéticas y éticas
que, en su conjunto, forman la identidad social del individuo y con-
XIV EL ESTADO DOCENTE