Page 13 - El Estado Docente
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Venezuela transita de una economía agro-exportadora a una eco-
             nomía petrolera. Mientras, las mayorías esperaban por un Estado
             que asumiera con responsabilidad y recursos su postergado dere-
             cho a la edu cación. La escuela graduada, el liceo, la universidad,
             hasta entonces, seguían siendo para las élites. En el año 1936, cuan-
             do en breve pasantía Rómulo Gallegos presenta la Memoria y Cuenta
             del Ministerio de Instrucción Pública, le informa al Congreso y al
             país que en educación “todo estaba por hacer”. Carecíamos de jardi-
             nes de infancia, de escuelas graduadas en número suficiente, de
             escuelas técnicas y rurales, de instituciones que formaran profesores
             destinados a la educación media, de escuelas Normales actualizadas
             y más del 80% de la población era analfabeta. Ese fue el saldo que nos
             legó la dictadura de Juan Vicente Gómez entregada a las petroleras,
             a los negocios de familia y círculos de amigos, a la represión feroz
             del pensamiento disidente; tal el resultado de la práctica mezquina
             tanto de liberales positivistas como de conservadores en materia
             educativa. Con el argumento de preservar la calidad educativa,
             inhibieron toda política que significara la masificación de la educa-
             ción en todos los niveles; esa fue la orientación desde 1912. La otra
             orientación reconocible fue la libertad absoluta de la enseñanza
             que se impuso desde 1914 por solicitud del Ministro de Instrucción
             Pública Dr. Guevara Rojas, quien contó con la complacencia de la
             Corte Federal y de Casación y el regocijo de los sectores conserva-
             dores, siempre opuestos a esa tradicional y, en general, muy desdi-
             bujada presencia del Estado en la educación venezolana del siglo
             XIX y buena parte del siglo XX. El Código de Instrucción de 1912
             fue derogado de un plumazo en menos de 15 días con el argumento
             de que el mismo negaba la iniciativa privada en el campo educati-
             vo.
                Ahora bien, en medio de esa oscuridad gomecista, en sus años
             finales, una luz se encendió para alumbrar con inteligencia y valen-


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