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Afrovenezolanidad e inclusión en el proceso bolivariano                Jesús “Chucho” García



          un  grado  de  desarrollo  expresado  en  conocimientos  tecnológicos
          para la agricultura, el trabajo en las minas, la arquitectura, entre otros
          aspectos. En consecuencia, era el lugar ideal para buscar los recursos
          humanos que necesitaba y así iniciar su empresa civilizatoria en las
          Américas.
             El  instrumento  comercial  que  crearon  los  occidentales  para
          implementar el secuestro y traslado de millones de afrosubsaharianos
          y afrosubsaharianas a tierras venezolanas se denominó LA TRATA
          NEGRERA expresada en los llamados ASIENTOS DE NEGROS, que
          consistía en la firma de un contrato monopolista entre la Corona espa-
          ñola y las compañías comerciales dedicadas a este comercio.
             Estos Asientos de Negros fueron realizados, en primer lugar,
          con las compañías negreras portuguesas (1576-1640), compañías
          francesas (1702-1712), la compañía inglesa (1713-1773), aunado a
          ello, el contrabando de las compañías holandesas, y por último: el
          libre comercio de “negros” a partir del año 1782.
             Como veremos más adelante, para justificar la trata negrera los
          involucrados en esta terrible empresa (Iglesia, poder político, cien-
          tífico y económico) recurrieron a justificaciones biológicas, reli-
          giosas e ideológicas que establecerían a lo largo de la historia lo que
          hoy conocemos como “racismo y discriminación racial”. Así, para el
          siglo XVII:


             el médico holandes P. Camper llegó a la conclusión de que el ángulo
             facial de los africanos se aproximaba más al de los monos que al
             de los europeos. No hizo más que anunciar sus conclusiones, pero
             sus sucesores, entre los cuales se encontraba Ch. White, se basaron
             en las diferencias entre los esqueletos de hombres de razas dife-
             rentes y los esqueletos de monos para afirmar que los europeos, en
             general, eran seres superiores a los africanos no solo físicamente,
             sino también intelectualmente (García, 2001: 113).

             Por  su  parte,  Fray  Bartolomé  de  las  Casas “insistía  ante  los
          reyes de España a fin de suplantar la mano de obra indígena diez-
          mada y acabada, y colocar la mano africana por sobre la teoría de la


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