Page 65 - Marx Populi
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Mi guel M azzeo - M ar x po puli
Miguel Mazzeo - Marx populi
y la teoría del valor no media precisamente un abismo. Sólo se trata de af nar
un poco la mirada para percibir aquello que hilvana esos tópicos. Estamos de
acuerdo con quienes plantean que en los textos producidos por Marx en la
década de 1840 está presente el trazo grueso de su obra posterior: la trama de la
que sería su crítica de la economía política, su concepción sobre la praxis, etc.
En lo fundamental, no hay diferencias entre el joven y el viejo Marx. Desde el
plan de 1843 (inconcluso) de la Crítica de la f losofía del derecho de Hegel, a sus
últimos trabajos.
En otros aspectos sí corresponde hacer la distinción entre el joven y el viejo
Marx. Por ejemplo, en relación al tema colonial y al tema nacional, como
veremos más adelante. Estos cambios en su visión responden a las circunstan-
cias que suelen explicar cualquier trayecto intelectual, que van desde la incor-
poración de saberes y experiencias a los cambios en el contexto histórico.
Entonces, hubo un marxismo que asumió la unidad constitutiva de la obra
de Marx y a partir de esa certeza se desarrolló. Una unidad de fondo, en abso-
luto afectada por las superf cies divergentes o por las notorias ambigüedades.
Una unidad que remite a una continuidad que está condicionada por la asun-
ción de un punto de partida: la opción por la emancipación humana; la opción
por el socialismo junto con la idea, tomada de Flora Tristán, que establece que
la emancipación de los trabajadores y las trabajadoras es autoemancipación (la
fórmula: “la emancipación de los obreros por los obreros mismos”).
Asimismo, hubo marxismos que propusieron desarrollos teóricos a partir de
los “baches” presentes en la obra de Marx o que rectif caron los errores de la
letra original. También hubo marxismos que tomaron esos errores como funda-
mentos. Por ejemplo, los marxismos de manual, con sus versiones soviéticas
y antisoviéticas: Georges Politzer o George Novack. Sin olvidar una versión
precursora del “manualismo” dogmático, evolucionista, reduccionista y mecani-
cista condensada en el Ensayo popular de Bujarin. Lenin sostuvo que este era un
libro marxista, pero “con muchas reservas”. Gramsci puso en evidencia todas sus
falencias y la incompatibilidad del subgénero de los manuales con el marxismo.
Porque si los manuales asumen una f losofía convencional simplif cada como
punto de partida para una pedagogía revolucionaria, el marxismo debe comenzar
su tarea crítica y transformadora desde el núcleo mismo de las experiencias y
vivencias populares, debe partir de la “f losofía espontánea” del pueblo. Porque si
los manuales obturan los debates, el marxismo debe abrirlos permanentemente a
riesgo de perder su principal fuente de enriquecimiento y desarrollo.
Quienes estaban convencidos y convencidas de la autonomía epistemoló-
gica del marxismo cultivaron el purismo para preservarlo incontaminado de
otras f losofías pero, en general, este emplazamiento aséptico oculta f losofías
segundas de la peor catadura: racionalistas, positivistas, liberales. También
consideraron que el lenguaje marxista ya estaba completo y cerrado.
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