Page 62 - Marx Populi
P. 62

Los mil y un marxismos


              El marxismo “a secas” se perf la como la “mano invisible” del marxismo.
           Sus  cultores  le  asignan  a  su  militancia  el  carácter  de  una  fuerza  correctiva
           (autocorrectiva). En dos extremos contrapuestos, el marxismo-leninismo en su
           formato tradicional y el marxismo analítico pueden ser considerados como dos
           versiones del marxismo “a secas”.
              El  primero  se  asume  como  dialéctico  y  no  reniega  en  absoluto  de  la
           lucha de clases ni la considera una abstracción teórica. Todo lo contrario.
           Asimismo, conserva las inquietudes por la estrategia política. Pero reitera los
           tradicionales incidentes dogmáticos y vulgares: una dialéctica acotada a los
           límites del DIAMAT, una visión ultrasimplif cada de la lucha de clases (tanto
           de la “lucha” como de las “clases”) que no contribuye a labrar las continui-
           dades de las experiencias plebeyas y que no da cuenta de diversas situaciones
           de subyugación.
              Es decir, la dominación social queda reducida a la dominación “material”
           de clase y sigue considerando a la fábrica como el ámbito por excelencia de
           la luchas de clases. Como hace 50 años, el ojo está puesto en los espacios
           productivos de mercancías y poco y nada en los espacios reproductivos de la
           vida. Luego, tiende a asumir los conceptos categoriales del marxismo como
           transhistóricos,  e  insiste  en  la  neutralidad  y  la  autonomía  de  las  diversas
           tecnologías, ya sean industriales, políticas, culturales, etc. Por estos motivos,
           entre otros, el marxismo-leninismo no ha realizado aportes sustanciales en
           las últimas décadas, ni en materia crítica, ni en materia estratégica. Continúa
           aferrado  al  manual  y  al  partido.  Su  idea  de  la  revolución  social  extrae  la
           poesía  del  pasado  (por  ejemplo,  de  la  Revolución  Rusa)  y  no  del  futuro.
           Desde este emplazamiento, experiencias tan relevantes para el desarrollo del
           marxismo, como pueden ser el neozapatismo o el chavismo plebeyo, entre
           muchas otras más, han sido tildadas como “posmarxistas”.
              El segundo presenta a un conjunto de autores que se reconocen a sí
           mismos como no bullshit marxists (“marxistas sin pamplinas”). Sin contra-
           decir los buenos aportes de autores como Cohen, Brenner, Olin Wrigth, lo
           cierto es que predomina en ellos una visión que tiende a soslayar la dialéc-
           tica. Por cierto: la dialéctica aparece conformando el núcleo mismo de “las
           pamplinas”. En aras de un supuesto rigor, asignan una jerarquía concep-
           tual que subestima algunas categorías marxistas. Así, terminan priorizando
           análisis causales y asumiendo posturas cuasi positivistas o, directamente,
           reducen el marxismo a una formalización. John Roemer, por ejemplo, basa
           su  visión  de  la  explotación  y  las  clases  sociales  en  modelos  neoclásicos.
           Otros autores apelan a la teoría de los juegos o a la teoría de la elección
           racional. La gran mayoría muestra su predilección por el individualismo
           metodológico. La elipsis de la dialéctica va de la mano de la elipsis de la
           lucha de clases y la estrategia política.


                                           61
                                           61
   57   58   59   60   61   62   63   64   65   66   67