Page 60 - Marx Populi
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Los mil y un marxismos
supera el temor de impregnarse del olor de esa realidad, el temor de ser noso-
tros mismos y nosotras mismas. Un marxismo abierto a las diversas formas
del conocimiento.
La f gura del hedor remite a unos modos no occidentales, no europeos y
no burgueses de conocer. Unos modos que toman en cuenta el lado vivencial
y afectivo de las cosas. De ahí el sentido que se puede derivar de la situación,
referida por Kusch, en la que el Inca Atahualpa huele la Biblia que le presenta
el fraile Valverde. El mismo sentido que, posiblemente, podamos identif car
en el horizonte político-gnoseológico asumido por Pier Paolo Pasolini (como
vimos más arriba, un “marxista visceral”) al colocarle un título como El olor
de la india a su crónica de viaje por ese país. Para conocer a través del olfato,
se impone la cercanía, el contacto físico. Para lograr una profunda compren-
sión de los procesos de descomposición históricos o para reconocer lo que
constituye un abono, es inevitable atravesar la experiencia de la repugnancia,
de la náusea. Para conocer el mundo no-occidental, el mundo no-pulcro, es
necesario hacer caer algunas representaciones y algunas represiones, superar
algunas convenciones occidentales y atildadas: la barrera del asco, por
ejemplo. Y el asco se disipa con el encuentro de los cuerpos, con el amor y,
también, con el proyecto.
Hablamos de un marxismo contrapuesto al “marxismo pulcro” y que, por
lo tanto, se alcanza en la lucha de clases más que en la Universidad; por eso no
es, recurriendo a los términos que el propio Kusch utilizaba para caracterizar a
la pulcritud, “política pura y teórica” o “economía impecable”. Se trata de un
marxismo que, como decía Sartre en su prólogo a Los condenados de la tierra
de Frantz Fanon, exige llevar la dialéctica “hasta sus últimas consecuencias”.
Para Sartre, esta operación también implicaba un strip tease del humanismo
occidental, del humanismo burgués o del pseudohumanismo, que no era más
que una “ideología mentirosa, la exquisita justif cación del pillaje”.
El marxismo hediondo sería un marxismo que articula un “conocimiento
objetivo” con “un saber hacer”, lo causal con lo seminal. Un marxismo que
considera a la conciencia tanto en sus aspectos teóricos-predicativos (racio-
nales) como en sus aspectos antepredicativos (intuitivos), superando el positi-
vismo y el cientif cismo al que conduce la sobrevaloración del primer aspecto y
el irracionalismo al que conduce la sobrevaloración del segundo. Un marxismo
que aporta al autoconocimiento de las clases subalternas y oprimidas. Un
marxismo que no le tiene asco a lo que hiede. Un marxismo que es capaz de
poner en duda la completitud de su universo cultural en función de lograr la
plenitud del diálogo. Un marxismo que enseña a no despreciar. Un marxismo
que no se deleita con el olor de epopeyas ajenas.
Kusch rechazaba básicamente el componente cartesiano del marxismo,
la actitud meramente intelectual frente al mundo, la herencia de los peores
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