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Miguel Mazzeo - Marx populi


           avanzaba hacia el comunismo ni se educaba el hombre nuevo”. Y así fue: la
           Nomenklatura terminó restaurando el capitalismo puro y duro.
              Estas experiencias históricas muestran que no hay transición socialista sin
           autoactividad de los trabajadores y las trabajadoras y formas de poder popular
           para establecer pautas de convivencia y racionalidad social conducentes hacia
           la autogestión social coordinada. En las antípodas de cualquier imposición buro-
           crática o automatismo económico, la población movilizada deberá construir
           mediaciones para la producción de valores de uso superando las heredadas
           relaciones de producción marcadas por la división social jerárquica del trabajo,
           la producción de mercancías, el dinero y los salarios. No hay caminos prede-
           terminados:  las  revoluciones  adoptarán  distintos  ritmos  y  combinación  de
           tareas, según las condiciones estructurales, políticas y culturales prevalecientes.
           Repensar nuestro marxismo es, en gran medida, interpretar estas experiencias
           estratégicas y ponerlo a la altura de ayudar a que la revolución en Nuestra
           América no sea “calco y copia” de aquel socialismo que no fue, sino “creación
           heroica”, como dijera Mariátegui.
           El marxismo: crisis, derrotas, tensiones, recomienzo…

              En sucesivos capítulos, Miguel aborda con detalle y profundidad la crisis
           del marxismo y la necesidad de reinventarlo o recrearlo, dando inf nidad de
           ejemplos y referencias teórico-políticas a tener en cuenta, con una gama de
           fuentes que va desde la misma obra marxiana, hasta la del recientemente falle-
           cido István Mészáros, pasando por Lenin, Trotsky, Rosa, Gramsci, Mariátegui,
           Mao o el Che.
              Con respecto a todo esto, me limitaré a destacar que hubo y hay dos tipos
           o niveles de problemas. Por un lado, nuevas e irresueltas dif cultades teóricas y
           políticas surgidas de las profundas modif caciones producidas tras la Segunda
           Guerra Mundial en el metabolismo económico social regido por el capital,
           a lo que se sumó que, agotado el círculo virtuoso de los llamados “30 años
           dorados”,  llegaron  la  “revolución  conservadora”  de  Reagan-T atcher  y  el
           embate del neoliberalismo. Por otro lado, y simultáneamente, en las grandes
           organizaciones del movimiento obrero internacional, incluidos los más pode-
           rosos sindicatos y partidos con tradición de izquierda, la teoría marxista y la
           incidencia de los que en ella se interesaban desapareció, o se mantuvo con f nes
           puramente decorativos: para los dirigentes, lo importante era la Realpolitik que
           tanto despreciaban Marx y Friedrich Engels.
              Nada tiene de sorprendente entonces que gran parte de las elaboraciones
           marxistas más interesantes provengan hoy de autores asentados en ámbitos y
           publicaciones de tipo académico, marcadamente autoreferenciales y con escasos
           o nulos vínculos con las luchas sociales y la militancia política orgánica (que,
           hay que decirlo, la izquierda “tradicionalista” hace cada vez menos atractiva).

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