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Prólogo


           revolución, se pasó a gobernar desde arriba, con un crescendo de imposiciones
           administrativas,  “movilizaciones”  regimentadas  y  persecución  de  los  oposi-
           tores. Creció desmesuradamente el aparato estatal: sin contar los 5 millones
           de  efectivos  que  llegó  a  tener  el  Ejército  Rojo,  en  1921  se  contabilizaron
           ya 6 millones de funcionarios, una inmensa maquinaria que se entrelazaba
           por arriba con el también mastodóntico aparato del Partido. Surgió y cobró
           fuerza un imprevisto “cuerpo social”, una nueva burocracia que, eliminadas la
           burguesía y los terratenientes, devino elite dominante, con privilegios, inte-
           reses y apetencias cada vez mayores. Aquel partido de obreros revolucionarios
           que había sido capaz de enfrentar y derrotar al Gobierno provisional y a las
           conspiraciones de los Generales de extrema derecha, convertido en partido de
           gobierno, no supo, no pudo o no quiso enfrentar Los peligros profesionales del
           poder (tal el título de un magnif co folleto escrito por Christian Rascovsky,
           luego fusilado por Stalin).
              Cuando  Lenin  y Trotsky  reconocieron  el  problema  y  su  gravedad,  no
           tuvieron ya ni tiempo ni medios para conjurarlo. La NEP lanzada en 1922
           mejoró inicialmente la situación económica y el nivel de vida de la pobla-
           ción, pero también crecieron las diferenciaciones sociales, se agudizaron las
           recurrentes tensiones entre el campo y la ciudad y aumentó la confusión y la
           desmoralización en la heterogénea y despolitizada militancia del Partido. Se
           estableció un implícito “pacto social” desmovilizador y desmoralizante: desde
           arriba se impulsaron algunas mejoras en el nivel de vida, a cambio de más
           disciplina laboral y, sobre todo, de aceptar pasivamente que todo el poder
           quedase en manos del Partido y la nueva elite dirigente. Esto facilitó las suce-
           sivas derrotas de la Oposición y preparó el gran viraje de 1928.
              Bajo  la  dictadura  unipersonal  de  Stalin,  la  URSS  se  consolidó  como
           Estado burocrático que, so pretexto de “construir el socialismo en un solo
           país”, aplastó el más mínimo intento de organización popular autónoma,
           “colectivizó” por la fuerza el campo matando de hambre a millones de fami-
           lias  campesinas,  sobre  todo  en  Ucrania,  e  impuso  una  “industrialización
           acelerada” súperexplotando a los trabajadores. La planif cación y los Planes
           Quinquenales fueron concebidos como palancas para la modernización y el
           desarrollo en aras de “alcanzar y superar” al capitalismo, no para la socializa-
           ción. El sacrif cio y heroísmo de los pueblos de la URSS y su ejército jugaron
           un rol decisivo en la derrota del nazismo, pero las posibilidades y expecta-
           tivas revolucionarias nuevamente abiertas en gran parte de Europa fueron
           desalentadas (Grecia, Italia, Francia…) y canjeadas por un reparto de “zonas
           de inf uencia”. Y en el Este, donde las antiguas clases dominantes fueron
           expropiadas, se copió el modelo de Rusia: economías sin capitalistas, geren-
           ciadas por Estados burocráticos (dependientes de Moscú) para la “moderni-
           zación” y el “progreso”. Como bien advirtió el Che Guevara cuando conoció
           la realidad de la URSS y otros países en Europa del Este, “por esa vía no se

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