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Prólogo


           El “arte” de los bolcheviques consistió en articular las más urgentes aspiraciones
           populares con la perspectiva internacionalista del socialismo, sintetizando todo
           eso en precisas consignas y tareas que socavaban los pilares del viejo orden:
           “Paz, Pan y Tierra”, “Todo el poder a los soviets” y “Revolución socialista mundial”.
           Asumiendo que el desarrollo de la revolución debía liquidar el poder polí-
           tico de la burguesía y sus formas institucionales, Lenin esbozó el proyecto de
           un poder revolucionario de nuevo tipo, inspirado en la Comuna de París, un
           “Estado-no Estado”, con burocracia mínima y degradable en el curso mismo
           del proceso revolucionario. Lejos estuvieron de lograrlo y, como ya veremos,
           desde el poder terminaron haciendo casi lo opuesto. Pero ello no disminuye el
           mérito de haberlo planteado e intentado, ni puede ocultar el espíritu subver-
           sivo y libertario que llevó a la instalación tumultuosa del poder soviético y sus
           primeras medidas. El Congreso de los Sóviets de diputados obreros y soldados
           de toda Rusia, reunido el 25 de octubre de 1917 (7 de noviembre, según el
           nuevo calendario), aprobó el “Llamamiento a los obreros, soldados y campe-
           sinos”, redactado sobre la marcha por Lenin.
              Así lo narra Trotsky: “El gobierno provisional ha sido depuesto. El Congreso,
           toma el poder en sus manos. El gobierno soviético propondrá una paz inmediata,
           entregará la tierra los campesinos, dará un estatuto democrático al ejército, estable-
           cerá un control de la producción, convocará en el momento oportuno a la asamblea
           constituyente, asegurará el derecho de las naciones de Rusia a disponer de sí mismas.
           El Congreso decide que todo el poder, en todas las localidades, es entregado a los
           soviets”. Vino enseguida la adopción vertiginosa de los decretos “Sobre la Paz”,
           “Sobre la Tierra” y “Sobre las Nacionalidades”. Otros apuntaron a detener la
           catástrofe económica: desconocimiento de la deuda externa, nacionalización
           de la banca y de los grandes grupos industriales (petróleo, metalurgia, química,
           etc.)  en  manos  de  capitalistas  extranjeros,  supresión  del  secreto  comercial,
           conformación de cooperativas de consumidores a f n de controlar los circuitos
           de producción-distribución y, lo más importante de todo, se impuso el control
           de los obreros sobre las empresas, precisándose luego que se trataba de “un
           primer paso hacia la socialización de las industrias”. El inmenso e inmediato
           respaldo popular con el que fueron recibidas estas medidas conf rió una legiti-
           midad sustancial al f amante poder soviético.
              Existe un total contraste entre estos primeros pasos y lo que una década
           después fue el régimen de terror que se impuso con Stalin. Sin embargo, la
           condena del estalinismo por sí sola no permite comprender todo lo ocurrido
           durante los primeros años del poder soviético: ¿por qué la victoria militar en
           la guerra civil no tuvo un correlativo impacto positivo entre las masas? ¿Por
           qué la porfía en mantener los disparates del comunismo de guerra? ¿Por qué la
           crisis general de la revolución en 1921? ¿Por qué la división y descomposición
           del Partido y su dirección? ¿Por qué apenas desaparecido Lenin fue imparable
           el llamado Termidor (por analogía con la Revolución Francesa)? Se impone

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